Valle Grande en Bolivia tiene de Tania una imagen mística. Para el pueblo boliviano, esta joven suele salir del río cuando hay niebla con una gran cesta de flores y frutas.
Era Tamara Bunke la única mujer de la guerrilla del Che en Bolivia. Y es que desde que lo conoció en 1960 en un viaje que realizó Ernesto Guevara a la antigua República Democrática Alemana al frente de una delegación comercial, esta mujer, argentina- alemana- cubana sintió lazos en común con el guerrillero heroico.
Tal simpatía la motivó a establecerse en Cuba y ser fiel defensora de la primera revolución socialista gestada en América Latina.
Un año más tarde Alicia Alonso, directora del Ballet Nacional de Cuba la invita a la isla y de esa manera se materializa el sueño de esta joven.
Tenía solo 24 años cuando llega a la Mayor de las Antillas. Conocía varios idiomas: francés, inglés, alemán, español e italiano. Estudió periodismo en la Universidad de La Habana y luego trabajó en el Ministerio de Educación y en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos.
Como cualquier cubana que le tocó vivir aquella Revolución dentro de la Revolución, Tamara Bunke, se hizo miembro de la Federación de Mujeres Cubanas y miliciana de los Comités de Defensa de la Revolución.
Pero sus ansias de independencia, de ayuda solidaria a otras naciones la hicieron participar en los preparativos de la lucha armada y posteriormente fue parte del grupo guerrillero comandado por Ernesto Guevara en el país andino.
Tamara, quien adoptó el seudónimo de Tania la guerrillera, integraba el grupo de la retaguardia, liderada por Juan Vitalio Acuña (Joaquín). Su misión era monitorear las distintas emisoras de radio bolivianas, argentinas y cubanas e informar lo que sucedía.
Con total firmeza soportó la vida de la selva que se traducía en falta de alimentos, de agua, condiciones deprimentes, mal tiempo y el asedio de los enemigos.
El 31 de agosto de 1967, la columna guerrillera es emboscada cuando cruzaba el Río Grande. De inmediato se escucharon disparos, Tania intentó tomar el fusil pero en cuestiones de segundos un disparo le atravesó el pulmón. Las aguas arrastraron su cuerpo y una semana después fue encontrada. En solo tres meses cumpliría 30 años.
Sus restos descansan junto al Che en el mausoleo de Santa Clara. Sus cualidades de mujer admirable, inteligente, revolucionaria y capaz se enaltecen en una escuelita rural que lleva su nombre, ubicada en la Comunidad Valle del Perú de San José de las Lajas.
Durante años, su madre, Nadja Bider, mantuvo lazos de colaboración con el sector educacional de la capital de Mayabeque.
Al cabo de 50 años de su caída en combate, cualquiera de los nombres que adoptó: Haydée, Tamara, Vittoria, Marta y Laura la reconocen como la flor silvestre de Río Grande.
Medio siglo de su muerte no borran sus versos: ‘¿Nada será mi nombre alguna vez?/¿Nada dejará en pos de mí en la tierra? / Al menos flores, al menos cantos…’