El Foro-Taller Industrias Culturales y Creativas Cubanas, ocupó nuevamente las distancias del sector del mester, de la emoción, de la identidad. En su agenda apareció la prioridad de conocer, de profundizar, de desarrollar la conceptualización. Y fue consenso otra vez conferirle contenido nuevo, donde el hacer y la tradición contribuyan efectivamente a la sostenibilidad de la labor cultural.
En el caso muy puntual de Cuba, no constituye, por supuesto, una tarea fácil. La subvención irrenunciable, esencial en la obra social y humana de la Revolución, debe de convivir con determinadas categorías económicas, para algunos irreconciliables.
Siempre será complicado articular un entramado de leyes y establecer la gestión específica y las facultades de cada empresa. Este minuto que transcurre y muere, de costos que suben hasta las nubes, de una inflación galopante, expone una agenda complicada. Pero hay que encararla. Y no solamente enfrentarla. Se precisa audacia, valor, creatividad.
Existen principios, nombres, realidades que se interconectan. Jamás se desfasa aquel reclamo de creación heroica del revolucionario peruano José Carlos Mariátegui. Un admirador profundo de ese paradigma, fue el intelectual cubano Armando Hart Dávalos, a cuya memoria se dedicó este encuentro en el Palacio de Convenciones, en el nonagésimo cuarto aniversario de su nacimiento.
El homenaje ha sido el reconocimiento al hombre que, desde las ideas y desde la praxis institucional, contribuyó a la cultura cubana como concepto, crecimiento espiritual del género humano, congregación fundadora y aporte económico a la nación.
El evento devino esta vez significación muy puntual de las industrias de la música y de la realización audiovisual. El archipiélago real y maravilloso del Caribe, reúne el mensaje multicolor de los sonidos, mágico y deslumbrante, que habita tierra adentro, en la naturaleza, en el alma de sus constructores cotidianos.
Resulta igualmente revelador, de un hermoso simbolismo, que el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), haya sido en marzo de 1959 la primera medida de la Revolución en el ámbito de la cultura. Dentro de la institucionalidad y luego desde el trabajo independiente, el cine trae consigo una historia de quehacer y de gestión empresarial. Tal vez, como hemos dicho en otros casos, las dos alas de un mismo vuelo.
Se alude a un concepto pretendidamente novedoso, pero que entre nosotros los cubanos tiene antecedentes de consabido orgullo. Es la hora de reunir, de concertar, de atender experiencias.
En Cuba, por ejemplo, aún trabaja la Sociedad Económica de Amigos del País, fundada nada menos que el 9 de enero de 1793, con más de 230 años de recuento. Desde entonces hasta ahora, se preocupa y se ocupa, independientemente de trabas, de la cultura y del progreso económico de la nación.
Habría que remontar muchos años de paternalismo, cuantos increíbles de ineficiencia, retrocesos de valores, hasta una crisis humanística terrible, peor que el desabastecimiento y la precariedad.
Esta tarea ecuménica, precisa de actores con un registro grande en la memoria plural, que acompañen a la Dirección de Desarrollo de las Industrias Culturales y Cooperación Internacional del Ministerio de Cultura y a la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, las Ciencias y la Cultura.
Ahora asistimos a un intercambio con expertos del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello. Un pasaje por la percepción antropológica, sociológica y emocional de millones. Parece un camino hasta la infinitud de la institucionalidad del país. También otra ruta para primero pensar, como pedía Félix Varela. Para ser plenamente libres desde la cultura, como apuntó José Martí.