Raúl: con el pie en el estribo

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Anduvo sin falta al lado del hermano en cada página de la obra social más grande, a la que confirió la noble transparencia de su edad temprana. Y junto a él dirigió también este proyecto de creación heroica (el reclamo de José Carlos Mariátegui), donde la intransigencia fue más humana, sin un sitio para Saturno.

En estos confines del Caribe perdura la urdimbre que con su talento y su entusiasmo contribuyó a tejer. En las marcas lexicales de quien realiza sueños, no está la palabra descanso. Raúl inspira, persuade, empeña palabra y vida. La tarea de enfrentar al gigante no termina, y es preciso seguir alertas, con el pie en el estribo.

Quienes lo saben de cerca, le reconocen el encanto de reunir la familia, de levantar ánimos, de encender las ganas de vivir. A su paso, discurre la anécdota, la crítica que instruye, la frase cariñosa. Concibió unas fuerzas armadas que no se parecen a ninguna otra en el mundo, donde la firme decisión de combatir por una causa justa, se acompaña de guitarras y canciones, de libros y poemas.

Este hombre que ahora cumple 90 años, es también autor del arte militar cubano de contenidos propios, donde la estrategia se fundamenta en el honor y en la naturaleza límpida de las ideas. La vieja discusión del pensamiento revolucionario sobre el patriotismo y el internacionalismo, encontró respuesta en la defensa de la Patria y en las gloriosas misiones de sus hijos.

El mismo Fidel recordaba una y otra vez que Raúl era un extraordinario jefe del que no se hablaba tanto. Tal vez influía su costumbre de trabajar lejos del foco mediático. Aún resultan expeditas las memorables operaciones Carlota y Protesta de Baraguá, que salvaron la integridad de Angola y de Etiopía.

De aquellas batallas para la historia, nació Namibia. Y sucumbió el oprobioso régimen del apartheid. Raúl aparece en el justo centro de ese capítulo tremendo de solidaridad, no suficientemente conocido en el mundo. Su nombre se inscribió, no obstante, en el heroísmo que selló una amistad indestructible de un lado y del otro del océano.

En esta hora particularmente difícil, late como nunca el aserto de Raúl: ¡Sí se puede! Sus huestes no se desmovilizan ni se rinden. El calendario le significa una edad notable, pero la emoción y la gratitud definen otra cosa. El propio Martí creía firmemente que el honor y la alegría radican juventud.

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