A Lázaro Peña González, ese líder sindical cubano, lo siento como parte de mi familia, ya que su rostro enérgico y alegre me ha acompañado gran parte de mi vida.
Desde pequeña, observe curiosa un cuadro que hasta la fecha ocupa un lugar muy especial en la sala de mi casa y cuando contaba solo con diez años de edad le pregunte a mi padre, si esa imagen era de algún miembro de la familia.
Su respuesta fue negativa, pero el brillo en sus ojos al observar esa obra confeccionada en madera, con tonos amarillos y negros, me hizo pensar que era de gran importancia para él.
Alejo como se llama mi papá, desde ese momento, nos acercó a mí hermana y a mí a la vida de ese humilde hombre que fue Lázaro Peña, un ser huérfano de padre a los diez años, razón por la cual abandonó los estudios para apoyar económicamente a su familia, trabajó como ayudante de carpintero, albañil, herrero, pero fue en la tabaquería donde alcanzó un amplio perfil cultural, gracias a su afición por la lectura.
Mi padre nos comentó también que Peña ocupo cargos sindicales por su gran facilidad para presidir y dirigir debates, además por su inteligencia y su talento innato fue un guía eficaz y muy querido entre el proletariado cubano.
El ejemplo de este hombre excepcional acompañó siempre a mi padre, ya que como él en sus más de 25 años de labor en el sector del transporte, fue líder sindical, defensor de los derechos de los trabajadores y en especial las mujeres.