La excarcelación de los moncadistas

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Salida de los moncadistas de Isla de Pinos, foto tomada de periódico Trabajadores.
Salida de los moncadistas de Isla de Pinos, foto tomada de periódico Trabajadores.

Hasta las Sagradas Escrituras registran el temor de los poderosos cuando el pueblo se pone en movimiento. En la entonces Isla de Pinos se verificó en mayo de 1955 la formidable vigilia que, atendiendo la voluntad de lo mejor de Cuba, recibió en libertad a sus héroes.

La jugarreta de la tiranía se vino definitivamente abajo cuando, en contra de su voluntad, la pretendida amnistía con la que quiso jugar a la democracia tuvo que incluir a los moncadistas.

Aún permanecían en el ambiente las derivaciones de la censura y de la calumnia del régimen. Aquel día, la verdad regresaba a la calle, a ocupar su justo sitio en el corazón de un pueblo.

En el testimonio gráfico se repartió para siempre la excarcelación de los combatientes del 26 de julio de 1953. El suceso permanece a la disposición de ensayos y de monografías, hecho imagen fotográfica y en la suerte del kinescopio. No era la primera vez que la entonces Isla de Pinos resultara el escenario de confinamiento del heroísmo.

Allá fue enviado por el régimen colonial el joven José Martí, a la espera de su deportación a la península. Igual destino sufrió el romanticismo de una revolución que se fue a bolina en 1935.

Veinte años después, como la famosa novela de Alejandro Dumas, el Reclusorio Nacional para Hombres (el tristemente célebre Presidio Modelo), devino la prisión fecunda, de donde salió manuscrito hecho esperanza el alegato La Historia me Absolverá. Y supuso el taller donde se anudaron sueños y pasos ulteriores, cuando aún la bruma era la suprema emperatriz.

Pero aquella impresionante movilización de los pineros en mayo de 1955, fue muchísimo más que un recibimiento admirativo y de gratitud a los sobrevivientes de las acciones en Bayamo y en Santiago de Cuba.

En la oralitura de la gente permanece fijo el capítulo conocido de dos agentes de los servicios secretos de la dictadura batistiana, que en la menor oportunidad, con provocación o sin ella, asesinarían a Fidel a su salida del penal. La vigilia abortó el plan siniestro y garantizó la permanencia del proyecto revolucionario.

Conspirador siempre, sin falta a la ofensiva, el jefe de los moncadistas inscribió nuevamente la denuncia en el golpe de efecto que supuso la excarcelación. La dictadura casi condicionó la amnistía con la exigencia de que sus adversarios depusieran su actitud. La Generación del Centenario llevaba en su morral el reclamo del Apóstol: “El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente”.

Antes de salir de la entonces Isla de Pinos, Fidel cultiva la memoria en el tributo a sus compañeros asesinados, y reitera la voluntad, no solamente de criticar, sino de luchar hasta alcanzar una patria de justicia y de derechos. Y a bordo del Pinero, zarpa la idea de articular formalmente el Movimiento 26 de Julio, que patrocinará la Revolución más hermosa y humana de la historia.

 

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