Guillén: escribir a prueba del reloj su propia elegía

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En el poema Iba yo por el camino, de Nicolás Guillén, se describe un eventual encuentro con la muerte: “–¡Amigo! gritó la muerte,/ pero no le respondí,/ pero no le respondí;/ miré no más a la Muerte,/ pero no le respondí. La parca hasta quiere un lirio que lleva en las manos. Pero no le contestó. No era hora aún de partir. Sí, parece una estación demasiado lejana

Para junio de 1985, la salud del poeta se deterioró notablemente. Fue operado entonces de la próstata, donde la tradición apunta cierto umbral de muerte masculina. Devinieron luego cuatro años de declive agónico, demasiado cruel para un continente sensible de pura poesía. El autor de Motivos de Son moriría el 16 de julio de 1989.

Aparecieron otras enfermedades oportunistas ante el progresivo derrumbe de las defensas del organismo: la arterioesclerosis y el Mal de Parkinson. Creo que asumió una actitud valerosa, a la altura del sujeto lírico. El 8 de octubre de 1987, volvimos a escucharle el poema Che, Comandante en el acto nacional por el vigésimo aniversario de la caída en combate del Guerrillero Heroico.

El mismo Fidel reparó en aquella voz portentosa, que no había perdido ni uno solo de sus colores a pesar del tiempo transcurrido, ni de la paulatina devastación piel adentro. Allí, firme, de pie, sin miedo, el hombre escribía a prueba del reloj su propia elegía por la vida ante el inevitable naufragio.

No abundan páginas sobre el ocaso. Tampoco resulta fácil, ni agradable, concebir un cuadro de la tristeza. Recuerdo, eso sí, un pasaje de Informe contra mí mismo, donde un Eliseo Alberto Diego, crítico de la Revolución, apunta la pérdida final de la conciencia de Guillén, quien a ratos anotaríe divertido en una presunta conversación con Federico García Lorca. El granadino travieso habría venido a buscarlo en el preludio de otro aniversario del golpe fascista que lo asesinó.

España, por supuesto, siempre estuvo en su actitud literaria. El Siglo de Oro, por ejemplo, fue un lugar recurrente en sus lecturas, pero el hombre del compromiso político no podría desentenderse de la suerte de la República. Aparece en la nómina del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, en julio de 1937, junto a otros nombres de distintos tintes ideológicos, pero unidos en un frente contra el fascismo.

Es posible que haya presentido cercana a la muerte. ¿Quién sabe? La Guerra Civil Española convirtió a todo un país en cruento escenario. Pablo de la Torriente Brau, por ejemplo, concurrió como periodista, devino comisario-soldado y murió en combate. El francés André Chamson admitía su miedo a las bombas, pero se lo echaba a cuestas. Nicolás dejaría una emoción intensísima en el Poema en cuatro angustias y una esperanza.

Desde el principio, el poeta se puso en el bando de los desposeídos. Aún pesa en la historia de Cuba el gigantesco crimen de 1912 contra los independientes de color. Cada imagen guilleneana será vindicación de la herencia africana en el crisol de la cultura nacional. Las claves preteridas por el prejuicio, hallaron para siempre un lugar en la academia, en la tarea perpetua de fundar lo cubano.

Echar la suerte con los pobres, como quiso el Maestro, entraña riesgos. El oficio de revolucionario implica vivir al filo de la navaja. Ser comunista supone además ser rehén de la incomprensión y de la calumnia. Un poema ciertamente grande, Elegía a Jesús Menéndez, no solo constituye el tributo al guerrero que cae. Es un poco también la disposición de compartir su suerte si es necesario, ante un crimen impune. El asesino siguió suelto, armado, con poderes sobre la vida y el destino de cualquier ciudadano.

Habría que regresar nuevamente a aquellos versos reveladores del encuentro circunstancial con la parca: Ay, Muerte,/ si otra vez volviera a verte,/ iba a platicar contigo como un amigo;/ mi lirio, sobre tu pecho, como un amigo;/ mi beso sobre tu mano,/ como un amigo,/ yo detenido y sonriente,/ como un amigo. Se inventó Guillén la rosa que le rompe el pecho, bajo la tierra húmeda de sus jugos: él, código sonero de su pueblo rebelde, acreedor sin falta de todas las flores de abril.

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