Educar, arte mayor

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Hoy es un día especial para los educadores cubanos, este día de 1961 marcó una gran victoria en el ámbito educacional al declararse Cuba país libre de analfabetismo.

La voluntad de la generación de entonces inscribió una página importante en la historia de nuestro país, al sumarse a la campaña de Alfabetización que llevó a llanos y montañas la luz del saber.

Quiero este día en que honramos a los docentes en la mayor de las Antillas recordar a un gran pedagogo, se trata de José de la Luz y Caballero, maestro, filósofo, ejemplo de ética y civismo.

Decía Luz y Cabalero: “Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo”. Esta frase a la que recurrimos no pocas veces para reforzar la esencia de la educación, indica cuál es el verdadero camino que han de transitar los maestros.

Ser maestro, implica un gran compromiso; es ser ejemplo,  disponer del talento para llegar a todos los educandos, es no escatimar tiempo, tener paciencia, es enseñar más allá de contenido establecido, es afianzar valores.

Más de doscientos de los alumnos de José de la Luz y Caballero siguieron sus ideales y se incorporaron al Ejército Libertador en las Guerras de 1868, 1879 y 1895, aspecto que muestra que siguieron la enseñanza de su maestro, el amor a la patria, la dignidad y el valor.

En más de una ocasión he escuchado la triste expresión que ser maestro es la última carta de la baraja, y creo que debe ser la primera, pues de ellos, de ese contacto asiduo a través de los diferentes niveles de enseñanza, emanarán generaciones encargadas de hacer mejores caminos.

Por vocación o por avatares del destino, muchos son los que hoy se desempeñan ante un aula, y la vida les premia con esta oportunidad de ser gestores de una nueva hornada de talentos, es por ello que han de conciliar aspiraciones y retos en la perspectiva de cultivarse para ser mejores cada día.

Educar es un arte, lleva en sí mismo dedicación, consciencia, entrega y voluntad de hacer el bien, es un oficio de infinito amor en que cuentan el respeto y el deseo noble de contribuir a la formación de los demás, es como deuda continua de la vida.

Como dijera José Martí: “… La educación es como un árbol: se siembra una semilla y se abre en muchas ramas. Sea la gratitud del pueblo que se educa árbol protector, en las tempestades y las lluvias, de los hombres que hoy les hacen tanto bien. Hombres recogerá quien siembre escuelas.”

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