La poesía y el pensamiento buscarán siempre el día posible cada 25 de septiembre. Sería un justo homenaje a Cintio Vitier, en cuyo mester pudieron conciliarse, sin contratiempos, esas dos perspectivas de la sensibilidad humana.
Es el cuarto cumpleaños del prestigioso intelectual cubano sin su presencia física. En un verso solitario, sin contexto, hay quienes ven otra profecía de Martí: “A septiembre le cuelgan los pámpanos por la cabellera”. Es el mes que ofrece una estación temporal para el más reconocido de los investigadores de la saga del Maestro.
Cintio Vitier nació en Cayo Hueso, La Florida, allá por donde entre obreros se concibió un apostolado de poesía y de pensamiento.
A nuestra dimensión existencial llegó Cintio en 1921, en el amanecer mismo de una década en que renacía la conciencia nacional, con el (su) Maestro como advocación suprema de la identidad de un pueblo entero.
Los archivos de la palabra guardan su voz como tesoro que oficia vida en el patrimonio de los suyos. Ahí están sus libros, donde el sujeto lírico es un ente que piensa, y donde el ensayista ajusta el instrumental más bello del idioma para exponer sus razones.
Cintio defendió y salvó. Zenea es posiblemente la criatura dilecta de sus vindicaciones. Nos quedan los cuentos que se sueñan, y hasta la lumbre de ese Sol del mundo moral que heredó en inspiración. En versos dejó un compromiso, y en el estudio la suerte de un sarmiento que no se marchitará jamás. Desde Cintio Vitier, el 25 de septiembre, puede y debe ser ese día posible para una fiesta de la creación y de la responsabilidad.