Sus ojos parecen soles, su risa, un valle florido y los hoyuelos en su cara, dos margaritas. Me pareció desde que la miré por primera vez que su rostro era el paisaje ideal para librarse del estrés, los miedos, el aburrimiento y el cansancio.
Cinco centímetros más alta que el cantante brasileño Nelson Ned, y con una estatura similar a la de mi hijo de seis años, (1.17) Yamila Alemán García es la única Técnico de la Salud Pública de San José de las Lajas con su padecimiento: Acondroplasia, la causa más común de enanismo en el mundo.
Su sueño era convertirse en Estomatóloga o médico de cualquier especialidad. Así que cuando se graduó de Bachiller en el Instituto Preuniversitario Raquel Pérez, fue esa la primera opción que marcó en su Boleta.
Un nombre en un papel es poco ilustrativo ¿no lo creen?
Y sin imaginar lo que ocurriría en lo adelante, Yamila se presentó a la Facultad de Medicina de Mayabeque Gilberto Arocha para llevarse el chasco de su vida. La baja estatura que le concedió la genética era un obstáculo infranqueable para alcanzar su propósito.
Dudo que antes se haya presentado un caso similar a los académicos de esa joven universidad. Pero los protocolos y las normas son bien específicos respecto a los requisitos que guardan relación con la estatura mínima.
Yamila no iba a crecer más en cuanto a tamaño. Eso estaba bien claro para ella y su madre, quien usó inútilmente, todos los argumentos del corazón para convencer a los otros de que en algún momento de la historia, puede y deben romperse las reglas.
Sin embargo, esta muchacha de un caserío rural que se llama Santo Cristo de Pedro Pi se secó las lágrimas más rápido de lo que se esperaba, y puso los ojos en una carrera del perfil de Técnicos de la Salud que nadie podría negarle, la de Nutricionista.
Talla podría faltarle pero ingenio, disposición e interés le sobraban. De esa manera cursó la carrera de principio a fin y se graduó como el resto de sus compañeros.
Después se vinculó a la Sala de Rehabilitación Integral del Policlínico Mártires del 9 de abril del Consejo Popular Tapaste, en San José de las Lajas donde tiene formado tremendo reguero de alegrías desde hace más de un año.
¿No me lo creen? Pues llegue hasta allí y lo verá. Yamila ríe sin parar. Quién diría que la incertidumbre acompañó su alumbramiento. Así me lo contó. Dice ella que todo parecía indicar que estaba sentada en el vientre de su madre.
La duda siempre fue una sombra que inquietó a los especialistas, en un momento en que los exámenes de ultrasonido eran menos avanzados. Pero cuando llegó al octavo mes de gestación dieron por sentado que la niña (ya se sabía el sexo) no tenía piernas.
La noticia fue devastadora para su madre. Pero Yamila hizo algo que varió el rumbo de los acontecimientos: la cesárea que estaba programada y el futuro de vicisitudes que le esperaba a su familia. Pues, cambió de posición para mostrar sus dos piernas completicas.
Un parto normal, felicidad para todos porque tenía un hermano varón y sus padres querían con ansiedad una niña. Después, las pruebas de Genética posteriores al nacimiento fueron congruentes con la verdad que se abría paso día tras día en las características físicas de Yamila: era como suele decir la gente, una enanita.
Los exámenes posteriores reafirmaron el diagnóstico: Acondroplasia. Se trataba de algo raro porque en el mundo aproximadamente, uno de cada 25 000 niños nacen con el padecimiento. Pero en la vida hay cosas peores, concluyó la familia. De modo que se dedicaron a criar a la pequeña con amor de sobra.
Desde los primeros años en la escuela participaba en todo y le encantaban las comparsas. De ahí viene su afición por el baile. ¡Ah!, y lo hace muy muy bien, me lo aseguró su amiga Sandra. También estuvo vinculada por algún tiempo al Grupo de Teatro Infantil Los Pequeños Príncipes donde aprendió que la vida es como una gran puesta en escena, lo esencial es jugar correctamente tu papel.
Según un pensamiento popular Dios te manda solamente las cargas que podrás llevar. Y esto se cumple en la historia de Yamila. Lejos de ser una mimada, es voluntariosa y se vale por sí misma para lograr cuanto se propone. Y otro dato, su mamá es costurera y es quien le hace y le ajusta la ropita.
Seguramente la verás por ahí con tremendo desenfado luciendo su bata blanca que la distingue como una trabajadora más al servicio de la Salud Pública. Acércate, conócela y disfruta de su risa grande, sus hoyuelos en primavera y sus ojos inmensos. Coincidirás conmigo: es una vista que convida a creer y a soñar.