Foto: Abel Rojas Barallobre/ Juventud Rebelde. |
El debate que en toda Cuba acontece desde el pasado 13 de agosto continúa más allá de los espacios oficiales en que cubanas y cubanos opinan, sugieren, apoyan o manifiestan desacuerdo con algún acápite del Proyecto de la Constitución.
En cualquier lugar el comentario incentiva el intercambio hasta en personas desconocidas y ello corrobora el sentido de pertenencia con este asunto que nos hace a todos partícipes de la perfección de nuestra Carta Magna.
Sin precedente en el mundo, el análisis que se extenderá hasta el 15 de noviembre pretende el concurso de todos, la mirada exhaustiva a la ley de leyes que una vez sea aprobada ha de regir en la mayor de las Antillas.
No me sorprende escuchar a personas de diferentes edades y ocupaciones hablar con absoluta responsabilidad de lo que plantearán, y de la manera en que se han documentado para ser atinados a la hora del debate.
Y es que esa es una de las peculiaridades del sistema social cubano, el respeto a la voz del pueblo, que esta vez esgrime razones, puntos de vista para perfeccionar un documento de trascendental importancia para el país.
Cercano al lugar donde vivo ya me resulta familiar la tertulia mañanera de unos jubilados que acuden a comprar el periódico. Tabloide en mano, precisan lo que entienden, lo que consideran es muy oportuno y también lo que no asimilan, pero va en ellos la percepción de que ayudará al progreso del país.
A diario los medios de comunicación revelan cuanto acontece en el país y cómo trasciende el debate en los distintos escenarios en que mujeres y hombres expresan como sienten y requieren sea perfeccionado el Proyecto de Constitución, una manera muy democrática de procurar como enseñó el más universal de los cubanos para trabajar Con todos y para el bien de todos.