Más allá decuantiosas pérdidas materiales que nos dejó el huracán Irma en su paso devastador por esta isla, algo notoriamente nos afectó más, la pérdida de 10 vidas humanas.
Aunque pueda parecer una cantidad ínfima ante la potencia de un fenómeno natural de esta envergadura y en escala comparativa con otros lugares azotados por este huracán, Cuba clasifique entre los países con menor cifra de muertos, cierta insatisfacción nos embarga.
Varias viviendas dañadas total o parcialmente, cables eléctricos y telefónicos en el piso y por consiguiente el reporte de averías en estos servicios, así como cultivos destruidos, e infraestructuras en centros educacionales, culturales y de gastronomía y comercio afectados en mayor o menor medida, entre otros daños caracterizaron el paso de los fuertes vientos que trajo consigo Irma.
La isla dispone de un sistema de Defensa Civil, bien estructurado y que cuenta en un 100 por ciento con el apoyo gubernamental y cuyo propósito según establece la ley no. 75 en su artículo 111 es proteger a la población y la economía nacional contra los medios de destrucción del enemigo y en caso de desastres naturales u otros tipos de catástrofes, así como las consecuencias del peligro del medio ambiente.
En esta oportunidad al igual que en incontables ocasiones la respuesta para enfrentar este fenómeno meteorológico no se hizo esperar y en todos los niveles se adoptaron a tiempo las medidas que establece la Defensa Civil para proteger los bienes materiales y preservar lo más valioso, la vida, y si algo faltó fue el cumplimiento estricto de estas por algunas personas, por la poca percepción de riesgo, conductas que dieron al traste.
Irma nos dejó sinsabores, pero deja también experiencias, moralejas para enfrentar nuevo huracanes de los que Cuba cada vez saldrá victoriosa.