Lino Borges: bolero e inspiración

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Muy al sur de la capital, a unos 50 kilómetros de La Habana, hay un santuario del bolero a la espera de cualquier peregrino agradecido de la música. Vida y reposo eterno de Lino Borges aparecen ligados a la historia del Surgidero de Batabanó.

De alguna manera, allí se inmortalizó la fantasía de un género que identifica en células rítmicas el alma cubana, y que tiende puentes de fraternidad por el mundo. De tal suerte, el trabajo de Lino Borges no se circunscribe a su archipiélago, sino que transita por la tierra y concibe una estación dondequiera que haya una ventana dispuesta a abrirse a las guitarras.

Vida Consentida cobra entonces un sentido simbólico. La canción del venezolano Homero Parra pasa de su aliento original a las exigencias del bolero cubano, para convertirse en la voz de Lino Borges en un suceso cultural compartible donde impere la bendita lengua española.

Son muchas las razones del éxito de Lino Borges. En buena medida, habría que buscarlas en la correcta selección del repertorio, y en la propia emisión vocal del cantante. Son dos condiciones que se complementan en un continente personal, para suscitar propuestas dignas en el bolero bienvenidas por millones de seres, temas de estudio para la Musicología de cualquier tiempo posible.

Es un legado que por naturaleza no puede ni debe morir. Aparece en las mejores antologías y significa una estación en festivales y en relatorías de boleros de oro. En el Surgidero de Batabanó nació un día de agosto. Otro día de agosto, en el 2003, quedó para siempre en su pueblo querido, al sur de Mayabeque, donde un golfo resulta inspiración, donde los peregrinos no dejan morir de sueños a Lino Borges.

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