Los hábitos de educación formal son tan remotos como la civilización misma. Costumbres que nacen como parte de la cultura de cada nación y que permiten una mejor convivencia en las comunidades.
El saludo, las normas de comportamiento a seguir en dependencia del lugar en que nos encontremos, la cortesía y los buenos modales, no por antiguos pasan de moda.
Es cierto que en alguna que otra ocasión el saludo no nos es devuelto, o en respuesta a nuestra ayuda no recibimos la gratificación verbal acorde con los correctos hábitos de educación formal, pero lo más importante es sentirnos bien con nosotros mismos y por ninguna razón debemos imitar comportamientos erróneos.
De nada vale lucir zapatos lustrosos, exhibir un hermoso peinado o llevar combinaciones y diseños de actualidad; si a nuestra imagen no la hacemos acompañar de una conducta adecuada.
El hablar en tono bajo en lugares públicos, no fumar en espacios no establecidos, ceder el paso a una persona con discapacidad y respetar a los adultos mayores, constituyen ejemplos de práctica de educación formal que dicen mucho de cada individuo.
Permiso, disculpe, hasta luego, muchas gracias, son palabras que desde pequeños nos enseñan a ver como mágicas, porque tienden puentes, abren puertas y sobre todo, facilitan la comunicación.