La batalla de Las Guásimas

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En el occidente pensaba Máximo Gómez lograr el Ayacucho cubano. En el pensamiento estratégico insurrecto, pesaba mucho el referente de la batalla colosal donde las huestes al mando del mariscal Sucre le partieron el espinazo al poder colonial en la América continental. En el reducido escenario insular, los mambises esperaban hacer más o menos lo mismo.

Aún prevalece cierto maniqueísmo historiográfico sobre el proyecto invasor, como si el Generalísimo y el Titán vivieran enfrentados a una turba sediciosa y regionalista, opuesta a la marcha hacia el oeste.

No fue exactamente así. El Mayor General Vicente García González, Secretario de la Guerra, usualmente acusado de faccioso, más bien aconsejaba los mejores términos para llevarla a cabo.

Y España, cuyos servicios de inteligencia fueron siempre muy eficientes, se dispuso a detener el paso de las tropas cubanas. El prócer dominicano sabía a ciencia cierta las derivaciones negativas de un choque prematuro.

Por lo que se sabe, hasta consultó al Gobierno si dar combate o eludirlo. El poder civil dejó en sus manos la decisión.

A cada rato, sobreviene el juicio especulativo sobre si Gómez hizo bien o no en aceptar el lance en Las Guásimas. El terreno y las circunstancias imponen a veces las reglas.

Creo que la disposición del enemigo, el teatro grande de operaciones, dejó al Generalísimo sin otra opción que asumir el reto, y tratar de sacar la mejor parte.

Y ciertamente lo hizo, como bien aparece en los numerosos estudios al uso sobre las contiendas decimonónicas en Cuba. En el segundo tomo del Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba, publicado por la Casa Editorial Verde Olivo, correspondiente a las acciones combativas, el colectivo de autores le dedica un acápite muy completo sobre las fases de la batalla, el orden combativo, los resultados y sus consecuencias.

Un encuentro histórico

De la importancia de aquel encuentro entre los días 15 y 19 de marzo de 1874, a unos 36 kilómetros al suroeste de la entonces villa de Santa María del Puerto del Príncipe, dicen mucho los nombres de los jefes participantes.

Además de Gómez y del entonces brigadier Antonio Maceo, tomaron parte en la liza los generales Modesto Díaz y el ya mencionado Vicente García González, considerados por la historiografía militar hispana los jefes cubanos más capaces de la Guerra Grande.

A partir de los testimonios de ambos bandos, puede inferirse que las tropas colonialistas llevaron la peor parte en Las Guásimas. Encerrado en un círculo de fuego intenso, en un espacio reducido para miles de hombres, el enemigo debió de soportar durante cinco jornadas, además del ímpetu de las balas y de los machetes, la sed, el acoso agobiante de los mosquitos, el aire irrespirable por tantos cadáveres insepultos, los caballos muertos, y el fuego improvisado para quemarlos.

En las anotaciones en el Diario de Campaña de Vicente García González se consigna la angustia moral y los padecimientos físicos por que pasó el enemigo en medio de ese cuadro de horror. Y calcula en 600 el número de bajas enemigas.

Es posible que solamente se refiera a los muertos, pues ofrece detalles de los cuerpos enterrados y de otros sin inhumar, tal vez por falta de tiempo en la retirada. También escribió que esas tropas quedaron desmoralizadas y enfermas por los sufrimientos.

Fue una indiscutible victoria de las armas cubanas, pero el costo estratégico fue enorme. Muchos medios destinados a la invasión, debieron emplearse en Las Guásimas.

En su Diario de Campaña, el Generalísimo lo admitió: El movimiento de la invasión probablemente puede sufrir algún retardo con este, tan reñido combate; pero yo no desmayo en mi propósito.

Y cumplió la palabra empeñada consigo mismo. Una y otra vez cruzó la trocha de Júcaro a Morón. En su paso de enero de 1875 casi lo matan de un disparo en el cuello. Y algo más de 20 años después, logró coronar el sueño de llevar el esfuerzo bélico de la libertad hasta los confines del poniente.

Y seguramente que en el paso arrollador de la columna invasora, iba sorteando suertes y sembrando heroísmos la página aleccionadora de marzo de 1874 en Las Guásimas.

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