Este día lleva un signo entre nosotros, se trata de esa gratitud que no se simplifica a un regalo o un homenaje, se trata de esa manera en que la honra es tributo perpetuo a quienes a diario labran el camino del saber y forjan a los hombres y mujeres del mañana. Hoy en Cuba es el día del educador.
Cada 22 de diciembre la mayor de las Antillas celebra su declaración como territorio libre de analfabetismo, una ardua batalla que llevó a adolescentes y jóvenes a llanos y montañas, a los sitios más apartados para dejar allí el apetito del saber y sepultar así la ignorancia y el desconocimiento.
Aquella generación, desafió peligros, irrumpió con el ímpetu de los que saben de victorias y no de temores, así, vestidos de alfabetizadores llevaron la luz de la enseñanza, esa que ha iluminado a la mayor de las Antillas en un camino difícil pero no imposible.
No creo que sea solo este día el que debamos reconocer a quienes ayer hicieron historia y a quienes hoy continúan haciendo caminos, enseñar es un arte, estar en un aula, ante alumnos implica respeto, conocimiento, paciencia y mucho amor.
Las limitaciones abundan en nuestra isla bloqueada, pero jamás la vocación y la esperanza serán prisioneras, por ello cada primer lunes de septiembre aulas y maestros reciben a los educandos en todos los lugares de Cuba, en ese hecho común que no nos causa asombro, pero que aún es la mayor carencia en nuestro planeta.
Este día, la alegría habita en cada centro escolar de San José de Las lajas y todo el país, no faltan las anécdotas, el recuerdo a los que legaron con su hacer un símbolo en la educación.
Son quienes deciden con cada salida del Sol cultivar el mejoramiento humano, desde el aprendizaje de números y letras, hasta la siembra de valores indispensables en la vida.
Tanto implica el mérito de enseñar, que jamás olvidamos a nuestros primeros maestros, a esas personas especiales que descubrieron nuestras destrezas y preferencias por una u otra asignatura, los mismos que nos requirieron ante algo mal hecho y nos ayudaron a crecer desde dentro, porque como expresó el más universal de los cubanos: “Una escuela es una fragua de espíritus” y “La enseñanza ¿quién no lo sabe? es ante todo una obra de infinito amor.”