En la profusa bibliografía sobre el Apóstol de Cuba, aparece invariablemente el dato de que nació el 28 de enero de 1853 en la vivienda marcada entonces con el número 41 de la calle Paula en La Habana, muy cerca de la Muralla. Allí radica desde 1925 el museo más antiguo de la capital. Declarado Monumento Nacional en 1949, el sito resiste una intensa prueba a lo largo de su historia: la versión más o menos conocida de que el prócer vino al mundo en el barracón número siete de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña.
El entramado parece originarse tras la publicación en 1940 del libro Martí Hombre, de Gonzalo de Quesada y Miranda, donde se recoge el testimonio de alguien que asegura haberle escuchado decir a don Mariano Martí, que el alumbramiento de su hijo había acontecido en el célebre enclave militar.
La Asociación de Señoras y Caballeros por Martí reclamó investigar el asunto. Se creó una comisión integrada por académicos prominentes. Ahí aparecen los nombres de Emilio Roig de Leushsenring, Gonzalo de Quesada y Miranda, Arturo de Carricarte y Joaquín Llaverías Martínez.
La comisión buscó, cruzó fuentes, analizó documentos originales, rastreó reportes de prensa, entrevistó a personas del círculo cercano al Maestro, o que vivieron la proximidad familiar de Leonor Pérez Cabrera.
Circuló en esos años el rumor de que la casita de la calle Paula no tenía en 1853 un segundo piso, donde siempre se aseguró que fue la estación primera del héroe. Se demostró que sí existía la segunda planta. Los catedráticos hallaron incluso la testificación de la Logia Habana sobre la restauración del inmueble en los años veintes.
En aquella búsqueda frenética y acuciosa aparecieron dos certificados de bautizo, uno extendido efectivamente en La Cabaña y el otro en la Iglesia del Santo Ángel Custodio. Para el ojo no atento, el hecho pudiera suscitar confusiones. Los académicos profundizaron en el tema, y hasta encontraron cierta práctica del capellán de la famosa fortaleza, Tomás Salas, de bautizar en otras iglesias. Y hasta se comprobó el nivel de relaciones de don Mariano con el párroco.
Los historiadores Adys Cupull y Froilán González, encontraron en Segovia, España, el expediente militar del padre de José Martí. En la hoja número nueve, en la tercera sección, está la alusión al tema. Se solicitó al Archivo de la ciudad de la comunidad autónoma de Castilla y León, algún antecedente sobre el posible nacimiento del prócer en La Cabaña. Y se trata precisamente de eso, de una solicitud, no de un certificado. Y es altamente probable que haya sido obra de la propia comisión encargada de la investigación. La respuesta fue categórica y lacónica: No hay nada.
Como en los evangelios, la palabra constituye el mejor pedestal en todas las sagas sobre el Apóstol de la independencia. Leonor Pérez Cabrera vivió lo suficiente como para precisar el sitio exacto del alumbramiento aquel 28 de enero de 1853. Incluso recordaba que entre dos muritos que ya no existían en la segunda planta, tomó un caldo ese propio día. La emigración de Tampa y Cayo Hueso recuperó la casa por el altísimo valor patriótico, sentimental y patrimonial, y Leonor pasó a residir allí un tiempo.
Sí, la madre asistió al homenaje de 1899 presidido por Juan Gualberto Gómez cuando se colocó la placa. Y allí estuvieron la viuda Carmen Zayas-Bazán, el hijo José Francisco, y una de las hermanas de Martí.
Adys Cupull y Froilán González, buscaron todos los nacimientos, las defunciones, los ingresos en los servicios médicos de La Cabaña anteriores y posteriores de la fecha, y el nombre de Leonor –sostienen—jamás apareció por parte alguna.
“No creemos nosotros –expresó Froilán—que ella se hubiese prestado para una mentira de esa naturaleza, y situar el nacimiento de su hijo en otro lado. ¿Por qué desmentir a Leonor y a todos los que fueron al homenaje aquel día? Sería como tratarlos como farsantes, una cosa que no tiene sentido”.
Como el viento que enciende, el testimonio de la madre sigue siendo prueba concluyente. La Casa Natal de José Martí se refrenda desde la idea misma del Maestro: “Las palabras han de ser brillantes como el oro, ligeras como el ala, sólidas como el mármol”.