Buena cosecha (III) Ana Belkis

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Pienso que ella pudo haber sido una gran ingeniera, una buena enfermera, una hacendosa jardinera o una dedicada y fiel ama de casa. Cualquier oficio le hubiera quedado bien, estoy segura. Pero esta mujer nació para ser quien es desde hace más de dos décadas: la directora del Hogar para niños sin amparo familiar de Mayabeque

Se llama Ana Belkis Barbán es Licenciada en Educación, en la especialidad de Defectología y cuando la conocí en abril de 2016 tuve la certeza de que sus brazos estaban destinados a abrigar a los menores que carecen del calor filial.

Es una mujer dulce y paciente con una mirada de jardín florecido que calma, fortalece, inspira. Así lo percibí desde el primer momento en que la vi, la escuche y la observé trabajar. Entonces sentí lo que ya otros sabían y es que ella es el alma de esa institución entrañablemente suya y a la que bauticé como “la casa con vista al Sol”.

Cuando llegué hasta ese lugar seis menores se resguardaban en el Hogar. Las gemelas Dalia y Dalila de cinco años hoy de regreso al seno familiar, y también de la misma edad Idisleidis, una pequeña recién llegada que parecía en aquellos días un animalito asustado, muy diferente a como se le ve hoy, alegre y conversadora.

También estaba William de catorce años, Orlando de 17 y Lisandra de 18 quien se graduó de maestra en julio y desde hace algunos meses ya tienen su casa propia, un regalo del Gobierno del municipio Santa Cruz del Norte, su tierra natal.

Para todos ellos el Hogar es su casa y Ana Belkis es como una madre. Y ese sentimiento mutuo se respira en el cariño y el cuidado que ponen en todo cuanto hace el colectivo de trabajadores.

Ese amor colorea las habitaciones hermosamente decoradas, se siente en el sabroso olor de la cocina, en la frescura de las sábanas secándose al sol en el patiecito donde también suelen jugar los más pequeños.

La felicidad no puede extraviarse en un lugar así donde gobierna la ternura y la ternura también es Ana Belkis. Me confesaba ella que a veces se reprende a sí misma por haber pasado la mayor parte de la vida lejos de su propia casa por cuidar de tantos niños.

Pero de inmediato se reprochó por culparse y me habló del hijo que acaba de graduarse de ingeniero, del esposo incondicional que soportaba pacientemente sus ausencias, y de su madre, especie de mano derecha que la incentivó a compartir el cariño y la dulzura que tanto bien hacen a los demás.

Hoy Ana Belkis se prepara para dejar que Orlando, el mayor abandone el nido para habitar una casita nueva que se le construye en San José de las Lajas. Pero a la vez alista las habitaciones que ocuparán una adolescente y otros pequeños que deben llegar a su Hogar en 2017.

Y así comenzará otro ciclo en la vida y el trabajo de Ana Belkis Barbán, una mujer que tiene el extraño don de darse, sin esperar más recompensa que trocar lo triste en alegría en la cara de un niño.

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