A la cuarta (+Fotos)

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La hoja garabateada por Maikel fue arrastrada por el viento hasta parar en el patio. Una semilla de mango lanzada por él dio luego de varios intentos, justo en el centro del papel, y a los pocos días notó la plantica verde que se abría paso rumbo al cielo.

Aquella fue quizás la más clara premonición de su futuro cuando apenas contaba cuatro años de edad. Con el tiempo el arbolillo se fortalecía y a la par, Maikel se entregaba a la pintura, totalmente enamorado, pese a su constante insatisfacción o más bien por esa misma razón.

Lo demás, siempre fue menos importante. Su única obsesión era dibujar. Y lo hacía a todas horas, sin parar. Papeles en blanco con los bocetos más diversos estaban desperdigados por toda su casita, un hogar humilde de un barrio que se conoce con el nombre de Morales, donde vive todavía.

La Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro se instaló en su mirilla cuando cursaba la Primaria, y no hubo otro propósito que la sustituyera. Alentado por su madre comenzó a prepararse en los talleres de Pintura donde se aproximó por primera vez a las técnicas.

Era ya un adolescente cuando se presentó a los exámenes de ingreso para sufrir la primera derrota. Al año siguiente insistió creyendo estar listo, pero lo sorprendió el segundo fracaso.

Para la siguiente convocatoria se sumió en el desvelo y en el trabajo. Daba por sentado que la victoria le sonreiría, pero soportó otro golpe demoledor. Era la reiteración del no, de la puerta cerrada: la tercera apuesta por un sueño que se iba a bolina. Y dicen que la tercera es la vencida, pensó.

Fueron muchos los intentos de otros para hacerle capitular, pero Maikel resistió la ola de persuasión. Hacía mucho tiempo que él estaba convencido de que con pasión, todo puede lograrse. De modo que persistió, como si de ello dependiera el movimiento de la Tierra o hasta su propia vida.

Para ese momento su caso fue puesto a consideración de las autoridades a los más altos niveles, porque tenía ya 17 años de edad. Recibió, por suerte, el visto bueno y con ello la luz verde para presentarse en San Alejandro en febrero de este año, junto a otros 23 aspirantes de Mayabeque.

Aunque reconoció el talento en sus contendientes, no sintió temor, ni angustia. Luego de cuatro días de pruebas, clasificaron solamente ocho, y él estaba en la nómina. Pero aquel resultado no debía traducirse en un triunfo definitivo, tendría que esperar la llamada con la noticia.

¿La respuesta? Se adivina en su risa y en el guiño que acostumbra hacer cuando afirma sin palabras: “¡Te lo dije!”

En septiembre de 2018 él será otro alumno en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, de La Habana, la misma escuela que forjó a grandes artistas de la Plástica cubana como Servando Cabrera, Roberto Fabelo, Víctor Manuel….

Y mientras descuenta los días que lo separan de ese momento, sigue estudiando y trasformando en arte las cosas, la gente y la vida. También de vez en cuando fija la mirada en el árbol cundido de maguitos que fecundó en su patio, sobre aquel boceto suyo de los días de su infancia. Ese paisaje le recuerda que perseverar rinde frutos y que si no es a la tercera, entonces a la cuarta.

Anote su nombre: Maikel Fernández Gorina. Ese es otro retrato de mi pueblo.

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