Un cronista imprescindible: José Soler Puig

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El calendario de las letras cubanas recuerda que el dos de agosto de 1996, falleció el escritor cubano José Soler Puig. En sus novelas se encuentra Santiago de Cuba, no solamente como espacio.  La capital del Caribe aparece como protagonista en el calor de su gente, en el ritmo de la narración, en las marcas lexicales y en los regiolectos. 

José Soler Puig atrapa todo el magnetismo probable de aquellos segmentos del archipiélago cubano, donde el son es fuente, y la rebeldía a lo largo de la historia se difumina en la idiosincrasia de sus hijos. 

Eso es lo que esencialmente se nos expone en Bertillón 166, y es por lo cual seguramente la novela se inscribe entre lo mejor de la narrativa cubana de todos los tiempos, ganadora además del Primer Premio convocado por Casa de las Américas.   

Otras novelas de Soler Puig, como El caserón, fueron primeramente propuestas para la radio.  En su narrativa cumple un papel protagónico la ciudad a la que jamás quiso renunciar, lo que supone que Santiago de Cuba no es una simple categoría de espacio en su literatura. 

Soler Puig es inspiración y continuidad, dos razones que remontan la muerte, esa que el calendario fijó el dos de agosto de 1996. A su memoria pudieran concebirse programas literarios y académicos para regresarlo a estos días, para salvarlo de la desmemoria, la peor de todas las muertes posibles.

 

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