Un viejo concepto filosófico plantea que la familia es la célula fundamental de la sociedad. Y nada más vigente y real que esta definición en tiempos en que la vida parece ir más rápido y las nuevas tendencias, las modas, las tecnologías, los estilos y la modernidad parecen incidir en las nuevas formas de pensar, donde los valores, los sentimientos y la ética caducan.
Es ahí donde la familia pasa a jugar un papel fundamental: ella es la responsable de rescatar, transmitir y perpetuar lo que debe prevalecer y transitar de generación en generación.
Es la familia el primer contacto de niñas y niños con el mundo, y el más extenso, por cuanto se mantiene a lo largo de nuestras vidas, aun cuando cambien las escuelas, los maestros, los amigos y las parejas.
Es en la familia donde se forman los primeros rasgos de la personalidad y de ella heredaremos sus virtudes o sus defectos, por eso debemos cuidar el ejemplo, el lenguaje y los valores que transmitimos a nuestros hijos, quienes a su vez enseñaran a los suyos después.
Alguien dijo una vez que los hijos se parecen más a su época que a sus padres. Cuanta verdad. Es imprescindible que padres y madres, hagan su mayor esfuerzo y siempre dispongan del tiempo y esmero para educar a sus descendientes.
Desde los primeros pasos, ante las primeras palabras, los primeros pensamientos deben estar también las primeras expresiones de cariño y apoyo, esas que garantizarán seguridad y desde temprano enseñanza.
No debemos delegar en la escuela, los vecinos oamigos el resto del aprendizaje. Ellos son importantes sí, para apoyar y complementar la formación del individuo, pero la familia sigue siendo el núcleo fundamental.
No debemos quedarnos ciegos o sordos ante una palabra mal dicha, un gesto incorrecto o una mala acción. Señalar con sinceridad y enseñar con firmeza es un método idóneo en cualquiera de las etapas de nuestros hijos: enseñarles a decir siempre la verdad, a ofrecer disculpas, a compartir sus cosas, a ayudar a los demás, a respetar a los mayores y querer a la familia es elemental.
No ser indiferentes con las cosas ajenas que traigan a la casa, no ser indolentes con el maltrato a otras personas, con el egoísmo, la ambición o la envidia…Enseñar a escuchar, a hablar correctamente, a respetar, a querer y a amar, enseñarles valores, a ser buenas personas y buenos seres humanos debe ser la máxima de cada familia.
Eso será a la postre lo que garantice, sean cuales sean los tiempos, la preservación de la familia y con ella, la de la sociedad.