“Los médicos deberían tener siempre llenas de besos las manos”.
José Martí.
Hoy es un día especial, de esos que merecen un alto en nuestras vidas, un sabio cubano y del mundo Carlos Juan Finlay nació el 3 de diciembre de 1833 y en su honor, muy merecido, se instituyó el Día de la Medicina Latinoamericana.
Son esos profesionales que además de merecerse todo el respeto, ganan a diario la admiración.
Muchas veces es la sonrisa o la frase calmada la que devuelve la mayor confianza y hasta el alivio, es esa destreza en mostrar cuanta sabiduría les asiste, y generalmente arropada de tamaña humildad.
Nunca pensamos en sus desvelos, nos queda solo la impresión de saberles en su consulta, en el quirófano o en la visita a la sala de un hospital.
Más allá de esas razones comunes, están sus vidas, esas que los saben terrenales, conlas dificultades que también abundan, las carenciasy sus propias metas.
Con cada salida del Sol son muchos los que desafían este tiempo difícil pero no imposible para impregnar desde su sapiencia la lucha a favor de la vida, para hacer del amor un sentimiento razonable y así avivar la esperanza.
Son ellos, esa razón impostergable para dedicarles el mejor homenaje, porque hay mucho en ese don especial y plenamente humanista, en ese instinto de escudriñar tras la búsqueda de la más pronta solución.
Sea este día una oportunidad para agradecer, para distinguir ese sublime oficio de sanar, máxime cuando habita tanta luz en quienes se apropian del talento para mitigar el dolor y las penas, quienes sorprenden al Sol desde cualquier latitud con esa manera sublime de salvar la vida.
Inscritos en la memoria de cada día en San José de las Lajas, nombres especiales como las pediatras Belkis Brito y Elisa Ruiz, la imagenóloga Acela, el maxilofacial Botella, los cirujanos Efrén y Liván, el gastroenterólogo Michael García, el cardiólogo Yunier Pérez y tantos otros que aquí y repartidos por el mundo nos enorgullecen, porque son ellos genuinos paradigmas de la Medicina Latinoamericana.
