Pero este día, a diferencia de otros aniversarios quiero, más que hablar del héroe, hablar del ser humano, recordarle más allá del gran guerrero que fue.
Llegó un 14 de junio de 1845 fruto del amor de Mariana y Marcos, de quienes aprendió el rigor del trabajo agrícola y el amor a la patria como finísimo alimento espiritual sustentado con sabia materna.
Cuentan los historiadores que era alto, fornido, de tez morena, que tenía una dificultad en el habla, tartamudeaba y que fue capaz de corregirla por su carácter atildado y por cultivar maneras que se acercaban mucho a lo que sería su forma de pensar.
La historia también abriga en sus páginas que hablaba pausadamente y se maravillaba con las lecturas de las obras de Víctor Hugo y de los poetas cubanos, sobre todo, José María Heredia.
Maceo no fumaba ni bebía; en esos tiempos de guerra dura y difícil, quienes lo conocieron se asombraban por su notable refinamiento, educación y cortesía.
Sin lugar a dudas su fortaleza alimentó el mito de su inmortalidad, su arrojo y prestigio también originaron la envidia cobarde de quienes veían en la justeza de sus actos un escollo para sus maquinaciones.
Enfrentó infames calumnias que seguro causaron más dolor que las propias heridas físicas, pero siempre se mantuvo firme, intransigente e intolerante con la traición.
Fue Maceo un héroe, pero también un hombre apasionado, que llevó junto a su deber con la patria la ternura más estremecedora hacia la mujer amada.
A ella, María Cabrales, su esposa, escribió inolvidables cartas de amor:
“En tu camino como en el mío, lleno de abrojos y espinas, se presentarán dificultades que solo tu virtud podrá vencer.”
Fue Antonio Maceo Grajales, un hombre que abraza la historia como un gran héroe, pero también inteligente, apasionado, tierno, no ajeno a la envidia que tristemente aún en este siglo merodea a quienes brillan con luz propia.
Este día, decido me acerco al ser humano que fue, al hombre de carne y huesos, buen tipo, culto, amoroso…
“La primera vez luchamos juntos por la libertad; ahora es preciso que luche solo haciendo por los dos. Si venzo, la gloria será para ti”.
Ese era Antonio Maceo Grajales, un símbolo de nuestra historia; entonces llegue por siempre su luz a nuestros días.