Admiración a los cabellos blancos

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 “No hay cosa más bella que amar a los ancianos; el   respeto es un dulcísimo placer. Los ancianos son   los patriarcas”.     

                                                                                                                                                               José Martí.

Así como un oasis, semeja la Casa de Abuelos “Ramón Merino Corbeller “de San José de las Lajas, situada en una de las arterias más transitada de la ciudad.

Institución asistencial  a la que acuden diariamente mis vecinos  Manuel,  Renato y José Antonio, dando fe de comprensión y afecto, conjuntamente con un grupo numeroso de lajeras y lajeros que reciben en tan venerable morada las atenciones que requieren el blanco de sus canas y su andar despacio bajo el peso de los años.

Actualmente debido al desarrollo de la ciencia y la técnica aumenta la esperanza de vida al nacer y con ello el envejecimiento poblacional. Las representaciones que socialmente se tienen de la vejez, así como los cambios físicos y psíquicos que se producen hacen que el adulto mayor se sienta muchas veces alejado de la sociedad que un día dirigió y construyó, de este modo aparecen sentimientos de inutilidad y vacío existencial.

A este precepto se yuxtapone la realidad que habita en Cuba.  La educación a este grupo poblacional ya vulnerable, resulta un proceso saludable y que contribuye a trabajar en base al autodesarrollo, las potencialidades, la autovaloración, el autoconocimiento, todo lo referente a la esfera cognoscitiva y afectiva propiciando bienestar en el longevo.

Hacia este objetivo van encaminados los “Círculos de abuelo”, la “Casa de los abuelos” y la “Cátedra del Adulto Mayor” solo por citar algunas variantes.

Es premisa cuidar de los ancianos, pobre muy pobre resulta la nación que no vele por sus veteranos. El mundo de hoy se desarrolla vertiginosamente, presenta avances en la ciencia y la técnica, la medicina, la industria y esto es un aliciente para aquellos que desean vivir más. Nos corresponde estimularlos para que logren ver el envejecimiento como un proceso inherente al ser humano que ocurre a lo largo de la vida y no como el ocaso. Es por ello que Manuel, Renato y José Antonio mis vecinos, viven felices.

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