El video clip es un fenómeno mundial que las grandes comercializadoras de la música popularhan creado —o han ayudado a crear— para promover sus productos. Ha llegado también a nuestro país: Lucas se ha convertido en el instrumento cubano del clip musical. Lucas tiene en la televisión amplios espacios para difundir la música que hacen los artistas en boga por estos días en Cuba y, claro, también la de aquellos en los que se aprecia la posibilidad de insertarse con éxito en el mercado internacional.
Es normal que las disqueras que quieran dar a conocer un disco, financien videos que lo promuevan, que siempre serán más efectivos que cualquier mención de otra índole.
Se habla incluso de una estética del clip: esos mecanismos expresivos están montados en una funcional combinación de ritmo musical y montaje que, cuando el realizador se empeña en darle una excesiva autonomía a la edición, el video clip puede a veces dejar de mostrar lo que le interesa. ¿Podría aparecer un Cervantes del clip? ¿Alguien que tome lo que hasta ahora es una expresión artística de segunda categoría y la eleve a primera? ¿Pudiera aparecer el cineasta que se nutriera de esa manera de hacer para lograr arte trascendente? Pasó con la expresión de los noticieros cinematográficos. En arte todo es posible, pero aquí quisiera dedicarme más que a lo que por ahora es especulación, a indagar si el video clip musical puede ir más allá de cumplir la función de promoción comercial que está en sus orígenes. Es decir, si puede cumplir una función cultural: una promoción de la música que rebase el puro nivel del mercado.
Son las disqueras las que promueven y muchas veces pagan la realización de un video clip que les interesa, porque está destinado a promover una pieza musical que esa disquera está poniendo en el mercado nacional y/o internacional.
Pero nuestro Ministerio de Cultura a través de alguna de sus múltiples instituciones y utilizando el trabajo de disqueras como puede ser Colibrí, que más que hacerle espacio a lo banal “comercializable” ha hecho y hace un excelente trabajo en el sentido de promover entidades musicales de mayor categoría.
No siempre tiene que presentarse lo que está en boga, porque se sabe que la promoción también determina lo que está en auge. Se hace popular lo que se reitera a través de los medios de comunicación, muy especialmente la televisión.
Hace unos años, ese buen cantante que fue Laíto Sureda puso de moda una suerte de bolero-son (Idilio) que se había cantado muchos años atrás, pero que tenía un nuevo público para oírlo. El realizador Jorge Fuentes —hizo hace años esa buena serie que fue La gran rebelión— realizó un excelente video clip de la interpretación de Laíto, que seguramente contribuyó al éxito de la que era una buena pieza musical.
He visto al menos dos recitales de esa excelente cantante que es Ivette Cepeda, pero ningún video clip suyo. Ahora mismo, otra gran intérprete cubana, Miriam Ramos, ha sido nominada para obtener el Grammy Latino, por una trilogía de discos que prácticamente recorre la historia de la canción cubana. ¿Es tan difícil promover mediante un video clip alguna de las excelentes canciones que reúnen los tres discos?
A veces comentamos el mal gusto dominante en la música reciente, pero es que no promovemos buena música que puede contribuir a cambiar ese gusto, porque muchas veces ese gusto lo forma una promoción equivocada, descuidada o parcial.
Cuba tiene un tesoro musical que los autores de video clips cubanos no presentan. ¿Por qué no encontramos clips de Pablo Milanés o Silvio Rodríguez, que permanentemente componen nuevas canciones con el talento que siempre tienen?
Yo no creo que haya que rechazar cierta música popular que, sin estar necesariamente entre nuestras excelencias musicales, divierte, anima, entretiene a su público, que es mayoritariamente muy joven. De todo ese magma, del tejido que compone la totalidad de nuestra música es de donde surgen las excelencias, los grandes artistas. Pero no permitamos que las excelencias, el tesoro de nuestra tradición se olvide, porque es también ese tesoro, el que puede dominar el gusto y el mercado.
(Tomado de Cubarte)