Martí, entre nosotros

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mgonzalez@enet.cu

Llega a este siglo calzado de esperanza. Su impronta está en todas las razones que claman por ser mejores que ayer; está en esa suma de valores anudados a la esencia misma a favor del bien.

Cada vez que me detengo ante sí, me descubro principiante en esa suerte de acercarme a su obra, ávida de lectura, de intercambio silencioso, de análisis.

Me abisma saber que estamos  tras su huella cada 28 de Enero o 19 de Mayo, en que la historia recuerda su paso por la vida; me invade entonces la culpa de no recurrir todos los amaneceres al legado que dejó como herencia a todas las generaciones que llegamos después.

Confieso que muchas veces me aterra acudir a sus frases como auxilio para fortalecer una idea o percibirlas en un discurso de ocasión; reconozco la necesidad de volver una y otra vez a sus escritos, esos que transpiran fineza, pasión, amor, pero también patriotismo, lealtad, principios.

Tanto necesitamos acercarnos a lo humanamente bello que se fragua desde el alma, tanto necesitamos beber de la sabia de quienes demuestran que la virtud está en la utilidad que seamos capaces de dar a las mejores acciones y pensamientos.

A José Martí no podemos llegar con apuro. En la lectura que nos aguarda encontraremos la sensibilidad que lo viste, la espiritualidad que distinguió su manera de ser, el amor a los semejantes, a Cuba y a la humanidad, la dignidad misma que lo define universal, su vocación por el periodismo y su entrega a Patria, ese periódico que concibió y al cual entregó su alma.

Es menester encontrar al maestro, al hombre de visión extraordinaria, a la persona que supo despojarse de la comodidad para arroparse de sacrificios  por un ideal.

Tenemos que aprender que la humildad ha de habitar como la luz, que la honradez y la sinceridad son alimentos imprescindibles para los humanos, que la envidia, la intriga y la ambición jamás permitirán que crezcamos a plenitud como personas de bien.

Por él podemos aprender que la amistad no está en extinción, que hay que cultivarla, fraguarla cada día para que germine y siempre pueble nuestras vidas.

Este día, vuelvo a José Martí, más allá de la palabra que socorre para agradecer su valía, más allá del compromiso que dispone una crónica por este 28 de Enero que ya nos alcanza, vuelvo porque soy y seré su alumna insomne, ávida siempre de su luz y dueña de la esperanza.

 

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