Pupy, siempre en el corazón de los suyos

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Pupy obra el milagro de estar en cualquier parte. Fue un cultor de la más bella forma de lo bello, como José Martí calificó a la música, que, para un segmento importante del pensamiento, es la auténtica fragua del género humano. Se encuentra en la suerte cantable, pero también en la virtud perpetua del folklore.

El hombre se sembró en el refranero cubano: “Tú vas a saber dónde Pupy va a tocar”. El suceso solamente acontece en las claves compartidas por millones. Ahora, en otro cumpleaños del maestro, al margen del hecho físico de la muerte, se confirma que la mejor pista fue siempre el corazón de los suyos.

La variedad de géneros y de intergéneros, aparece en la información genética de los cubanos, para definirle incluso el paso por las calles, el ritmo interior del alma, el pulso mismo de la sangre. Pupy se me ocurre constructor de ese entramado espiritual donde se origina la alegría, se exorcizan las penas y se repara la esperanza.

Conmueve, por ejemplo, convertir en propuesta bailable su propia distancia humanal, desde La Timba a Pogolotti, donde cada compatriota agradecido comparte el recuerdo a la madre atenta, al padre que se ocupa de articular conscientemente las armónicas que el hijo guarda piel adentro.

Venía de una estirpe completa dedicada a insertar el talento en el pentagrama. Sostiene el horóscopo que nacer el día de Nuestra Señora de la Merced supone una intensísima sensibilidad para el creador decidido.

Grandes de ese quehacer labraron una huella significativa en quien, junto al maestro Juan Formell, tendría la llave de una de las más grandes leyendas en la historia de la música cubana: Los Van Van. El Premio Nacional de Música 2013, dejó una impronta indeleble en ese hito que unos denominan La Maquinaria, pero que tantos prefieren llamar El Tren.

Perteneció a ese tiempo en que bastaba con los referentes musicales para levantar multitudes. Cada propuesta suponía una obra ejemplar en los órdenes melódico, armónico, de ritmo. Era, efectivamente, una época en que a la par de la danza, la música oficiaba también en el pensar.

Se trataba del ingenio total, simpatía plena, aunque cada quien sabía el mensaje subyacente: “Que no me toquen la puerta, que el negro está cocinando. Está adobando la carne, la yuca se está ablandando”. Y si la idea no fuera suficientemente clara, ahí estaba el coro concluyente: “Y ahora dale malanga, que a ella le gusta la vianda”.

Pero jamás faltó la declaración amatoria, ni la capacidad de remontar la frustración. Nunca el género humano se dejará abatir, ni se resignará a las derrotas cotidianas. Seis Semanas constituyó un himno de la juventud cubana en la década de los años ´80 del cada vez más lejano siglo XX, cuando fuimos inequívocamente felices, y tal vez no lo sabíamos.

La experiencia de siglos consagra que no son todos los que están, ni que están todos los que son. El maestro se propuso otra aventura, en muchos momentos a partir de un repertorio ya conocido, pero que sonara diferente. Se precisaba que ninguna pieza del mecanismo fallara en lo menor. Por eso era Pupy y Los Que Son Son.

Claro que es posible hacer su fiesta de cumpleaños ahora mismo, donde cada cubano quiera. El pianista de renombre, el autor, el director de orquesta, el arreglista extraordinario, jamás se marchó del fuero interno de sus hermanos.  

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