Faustina Martínez Cubilla es una mujer de pueblo con grandes pasiones, su familia, el arte de coser y tejer, y su comunidad a la que le ha dado mucho de su tiempo en sus más de 70 años de vida.
Las grietas de su rostro no disimulan las 7 décadas que suman caminos en la vida de mi vecina, como protagonista especial dentro de la comunidad.
Cuando fui a buscarla me recibió con una sonrisa y desde su máquina de coser, me contó las innumerables actividades que siempre la tienen ocupada.
La práctica del taichí tres veces por semana, el Club de los 120 años, las tareas de la Federación, las costuras y las ocupaciones del hogar, lo cierto es que a Faustina Martínez Cubilla no le alcanza el tiempo para todos los retos que se impone a diario.
Es la organizadora del Bloque 10 de la Federación de Mujeres Cubanas en San José de las Lajas desde hace más de 20 años. Antes había desempeñado el cargo de secretaria general de su delegación de base, por sus cualidades como revolucionaria y vigilante de las conquistas de la mujer.
En la celebración del pasado 8 de marzo, Faustina sirvió de motor impulsor para festejar las actividades por el Día Internacional de la Mujer. Y como todavía están celebrando la efeméride con el reconocimiento a las mejores, ahí está ella, hacedora de ideas, convocando y proponiendo.
Mi protagonista es artesana y artista. Tejer es otra de sus pasiones. Su obra es reconocida por los detalles maravillosos que imprime a su faena, pero sobre todo por su optimismo y su constancia, mostrando a las más jóvenes el excelente oficio de crear con hilos y aguja un mundo de fantasía.
Paciente y perseverante, esta mujer de pueblo vive orgullosa de su familia; su hija, Yalili Hernández Martínez, es Especialista en Pediatría con un Diplomado de Cardiología Pediátrica y su nieta Patricia es una estudiante destacada en el Pre de Ciencias Exactas de Mayabeque.
Por si fuera poco, Faustina también fue presidenta del CDR durante 20 años. Con su verbo espontáneo y ágil, me recuerda cuánto se hacía en la cuadra para la recogida de materias primas, en la atención a los más necesitados, en la celebración de actividades con los niños y en las donaciones de sangre.
Su nombre significa “persona feliz” y es así como se siente cuando sus vecinos le reclaman ayuda en alguna gestión.
Ahora ya la edad y la salud limitan su empeño, pero con júbilo recibe siempre la invitación que le llega de vez en cuando mediante el Club de los 120, a diferentes sitios recreativos e históricos.
Antes de concluir mi entrevista, me confiesa que una de las experiencias más emocionantes en esas excursiones fue subir en elevador al pico del monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución. Desde lo alto abrazó a La Habana con la mirada y desde ese día, un sentimiento de cubanía la marcó para siempre.