El Mayor General Juan Rius Rivera falleció el 20 de septiembre de 1924 en La Ceiba, en el Departamento de Atlántida, en el norte costero de Honduras. Había nacido el 26 de agosto de 1848 en Río Cañas Abajo, en Mayagüez, Puerto Rico. Pero una parte grande de su vocación pertenece a la Cuba de la gesta decimonónica.
Algunos historiadores creen que el hombre es de donde nace. Otros piensan que el lugar en que se muere define la marca gentilicia y la trascendencia probable. En el caso del puertorriqueño que alcanzó la mayor jerarquía en el Ejército Libertador, jamás se apagó el pulso borinqueño, ni la intensidad querenciosa por Cuba, ni el respeto a la tierra centroamericana donde halló trabajo, paz, amor.
Seguramente, la mejor explicación aparece de manera explícita en el título del libro del destacado historiador militar cubano René González Barrios, publicado en 1997 por la Casa Editorial Verde Olivo: Almas sin fronteras. Generales extranjeros en el Ejército Libertador. Otra vez la poesía está radicando la profundidad del ensayo, perfilando el análisis desde la infinitud espiritual de un obrero de la libertad, como consignó Antonio Maceo.
Juan Rius Rivera resulta un heredero del sueño bolivariano de coronar la obra independentista en las Antillas: la expedición que liberara a Cuba y a Puerto Rico de la garra integrista. Su nombre se encuentra en la lista de prisioneros, tras la dolorosa derrota del Grito de Lares en septiembre de 1868, solamente unos días antes de la clarinada de Carlos Manuel de Céspedes en el ingenio Demajagua.
Como haría más de una vez, devino verticalidad humanal ante la adversidad. Arribó a Cuba en la expedición del vapor Anna, que desembarcó cerca de Manatí el 19 de enero de 1870. Entre los números de aquella empresa, estaba precisamente Oscar de Céspedes, hijo del iniciador de las guerras de independencia, quien sería alevosamente fusilado por el enemigo cuatro meses después.
Por su demostrada cultura, se le confirieron las tareas de secretario del General Calixto García Íñiguez, pero pronto reclamó un puesto en el combate. Nació entonces el estratega de las numerosas acciones, que le tejieron la leyenda temeraria reconocida por tantos próceres del valor.
Fue un combatiente de inequívoca inspiración maceísta. En el lance y en las ideas que sostienen el arma, como apunta un ensayo sobre el General Antonio. Eso explicaría el conocido desacuerdo de Rius Rivera con los movimientos de Lagunas de Varona, y sobre todo de Santa Rita, donde late el proyecto republicano democrático-social tan conectado con la Comuna de París que, al margen de las implicaciones en el campo de batalla, el Titán no compartía.
El puertorriqueño estuvo sin falta junto a su jefe en Baraguá, entre los decididos a continuar la lucha. Allí fue el guerrero de la palabra encendida. También uno de los tribunos redactores de la nueva Constitución aprobada en marzo de 1878 en aquel escenario glorioso, brevísima y alejada del civilismo de Guáimaro que, como se sabe, jamás fue derogada.
Ante la imposibilidad de abrir un frente en su Puerto Rico, se incorporó a la Guerra Necesaria. En sus bases, el Partido Revolucionario Cubano de José Martí, apuntaba auxiliar la independencia de Puerto Rico. Acudió entonces en apoyo a su líder de siempre, en el escenario difícil de Vueltabajo, donde Valeriano Weyler buscaba encerrar a Maceo entre pinzas de fuego.
La tragedia en San Pedro de Punta Brava, no logró abatirlo. El propio Maceo lo había designado jefe del Cuarto Ejército Libertador. En la dolorosa ausencia del héroe, volvió a escribir páginas de innombrable heroísmo hasta caer herido y prisionero.
Y regresó de la prisión peninsular para conjurar el peligro de la usurpación yanqui. La oposición a la Enmienda Platt echa luz en este minuto particularmente duro para el destino de Puerto Rico, tan terrible para Cuba, que sufre el peor acoso de la historia universal. Aún el nombre de Juan Rius Rivera se conjuga en tiempo de lucha y de solidaridad, para concretar el sueño trunco de Bolívar, para lograr la segunda independencia de Nuestra América, como pidió Martí.