Al hablar de José Martí no es extraño evocar la figura del revolucionario intachable, organizador de la guerra de liberación, orador, escritor y periodista, hombre de alma sensible que sintió respeto y adoración por su madre, hermanas, y otras hermosas mujeres.
A todas ellas dedicó sus mejores pensamientos y conmovedores escritos, vehementes versos de amor, epístolas en las cuales aconsejaba y enseñaba la mejor manera de enfrentar la vida, esquivar las frivolidades.
Para Doña Leonor Pérez, quien le dio la vida y sufrió por él, escribió conmovedores versos cuando fue condenado a prisión por sus ideas libertarias, cuando solo era un adolescente.
Deseaba Martí consolar a su madre con esas palabras detrás de una foto tomada en la cárcel, la cual estuvo siempre presente en el pensamiento martiano, como la mujer tierna y dulce a la que amó entrañablemente.
El Apóstol valoraba, cuánto influye la esposa en el comportamiento de su compañero, tanto en la vida del hogar como en la entrega a la causa independentista, que ocupaba en aquellos momentos toda su atención.
Con mucho respeto y ternura se refirió siempre José Martí a la mujer como fuente de vida, como inspiración y acicate para emprender cualquier tarea, por dura que esta fuera.