Tal connotación se le atribuye a la esencia misma del hecho, cuando jóvenes revolucionarios demostraron la disposición de continuar la lucha iniciada desde mil 868. Una generación presta a combatir contra los gobiernos corruptos manipulados por la administración de la Casa Blanca.
El hecho también contó con el protagonismo de cubanos humildes, trabajadores, estudiantes y obreros.
Al frente de los preparativos de los Asaltos se encontraba Fidel Castro, quien reunió a jóvenes decididos a reivindicar las ideas de José Martí justo en el año en que se cumplió el centenario del nacimiento del apóstol.
El mismo Fidel ha confesado que para la realización del asalto, se hicieron muchos sacrificios, algunos vendieron sus propiedades, otros dieron sus ahorros, y de esa manera se reunió el dinero necesario para comprar las armas, alquilar carros y uniformes de sargentos utilizados en la acción.
En la organización del asalto, Fidel demostró su don de líder, pues preparó el ataque en silencio. Reunidos en la Granjita Siboney, muy cerca de la ciudad de Santiago de Cuba, el joven estudiante de derecho explicó al resto de la tropa cual sería el objetivo final.
El hecho se consumó en la madrugada del 26 de julio cuando los santiagueros celebraban sus carnavales. La inexperiencia militar de los protagonistas impidió que se lograra el objetivo final. Sin embargo, historiadores y expertos militares señalan que el plan de Fidel y de sus compañeros era casi perfecto.
No se equivocó el líder de la Revolución Cubana cuando se dirigió a su tropa y le afirmó que el acontecimiento del 26 de julio de mil 953 era decisivo, no había alternativa, era vencer o ser vencidos. Sin lugar a dudas en Oriente se volvió a dar el grito de Libertad o muerte.
A 63 años de los Asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, Martí se mantiene como el autor intelectual del Moncada y Fidel es el líder de la epopeya.