Santa Elena: lealtad, no amilanarse, proseguir

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Por los confines de la provincia más joven de Cuba, pasa el itinerario del heroísmo. La Finca Santa Elena, cercana a Los Palos, en el municipio de Nueva Paz, se inscribe en el preludio de las acciones del 26 de julio de 1953. La vanguardia de la Generación del Centenario coronó allí su preparación para el combate en su cita con la historia.

 

El sitio confirma el talento del sempiterno conspirador Fidel. Articular la compartimentación y atender las condiciones del terreno, concurrieron magistralmente en sus pasos por esa etapa crucial. Fue un examen de alta tensión, que aquellos jóvenes aprobaron a cuenta de sangre fría, de valor, de puro idealismo.

 

El tema recorrerá luego el proceso de instrucción de la Causa 37, y el líder del Movimiento lo referirá en su famoso alegato de autodefensa La Historia me Absolverá. Un régimen de terror, que tanto gastaba en espionaje y en delación, corrompiendo conciencias, no logró la más mínima pista en la Santa Elena histórica.

 

Evidentemente, a Fidel le atraía la conexión de aquel punto con la epopeya de Cuba. Fue una condición permanente en su existencia. Las columnas invasoras de Camilo y del Che, por ejemplo, son una concepción a la luz de la experiencia decimonónica de Gómez y de Maceo. El Comandante en Jefe hablaba a menudo del peso de la historia.

 

Era el año del centenario del Apóstol de la independencia. Su prédica encendida iluminó la empresa tremenda de aquellos días. El entrenamiento de los jóvenes parecía inspirado en la Carta a los Jefes y Oficiales del Ejército Libertador, escrita solamente unos días antes de caer en combate en Dos Ríos: “La hora de acción no es la hora de aprender. Es preciso haber aprendido antes. Es preciso tener a los hombres disciplinados”. En Santa Elena vibra sin falta la gesta mambisa.

 

Para el oído atento a las glorias pasadas, aún se escucha el estruendoso choque del escuadrón de caballería del Regimiento de Palos en la Cañada de Los Quesos. Día duro aquel 7 de septiembre de 1896, en que los patriotas vieron  caer al teniente coronel Herminio Rivero Núñez. Como un susurro que discurre de generación en generación por aquellos confines, se habla también de su ayudante, Francisco Eduardo Iglesias, quien plantó cara al enemigo en el minuto aciago para sacar a su jefe moribundo del escenario del combate.

 

Allí, a la vera del hondón, como un milagro del reloj, permanece limpia y sin desfasarse, la página digna para la lectura en este otro minuto difícil de la nación. Y el mensaje sigue siendo invariablemente el mismo: lealtad, no amilanarse ante la adversidad, proseguir a pesar de los pesares.

 

Alguien dijo que Santa Elena se inscribe en el altar sagrado de la Patria. Por el rastro de los libertadores se concibe el peregrinaje, las horas del tributo. La historia local asiste otra vez al programa docente. Y los jóvenes vuelven a Santa Elena para saber y para reconocer. Declarado Monumento Nacional, el sitio contribuye a levantar nuestros días, en la inacabada rima

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