A la Televisión Cubana le sobran los epítetos y las calificaciones. Unos la consideran la hoguera de la edad postmoderna. Otros la comparan con la chica mala del barrio que todo el mundo critica, pero con quien muchos quisieran compartir.
Así, discutida y necesaria, con un espectro que nunca, jamás cumplirá las expectativas ni la cantidad de intereses, transita la Televisión Cubana en un nuevo aniversario. Sus creadores comprenden que ese será el desafío infinito, entre la angustia y la ingratitud, entre el claro camino del mester y el oscuro lunar de la burocracia y el cliché.
63 años no es tanto tiempo realmente, pero sí el suficiente como para sedimentar jerarquías en la creación artística. La propia televisión se ha encargado de ofrecer las referencias, las buenas y las malas, como también espacio para la propuesta y hasta un púlpito para la crítica.
La Televisión Cubana ha sido una ruta para la iniciación. Desde ella llegan las fórmulas de la música, del teatro, de la danza, de la plástica, del cine, de la literatura, y de alguna manera las claves para ponderarlas. Algunos espacios fueron (y son) bastante literales: Horizontes, El Cuento, Teatro, De la gran escena…
Es inevitable que todo el mundo la critique porque, al fin y al cabo, es difícil encontrar un suceso de mayor pertenencia colectiva. 63 años después de la apertura de Unión Radio TV en Mazón y San Miguel, la idea de extender imagen y sonido permanece, solo que desde la obra social y humana de los cubanos, resulta sugerencia democrática, con pretensiones de cultura general integral, a pesar de precariedades y de incomprensiones. Así se mantiene un compromiso y se funda un tiempo necesario.