Solo la calidez de un te quiero, un abrazo grato, una sonrisa cómplice y sincera son más fuertes que el viento huracanado. Desandando el universo los hombres y mujeres de todas las épocas hacen guiños por doquier en busca de lo impalpable y maravilloso.
El amor florece y se oculta, juega a desvelarnos y alegrarnos, a acongojarnos y a batallar por su conquista. Es sortilegio convertido en madre amorosa, familia acogedora, amigos casi hermanos. Es sentir un remanso de agua fresca y flores recién cortadas.
Se confunde con amistad, familiaridad, sexo o hábito. Para algunos es enaltecer a un Dios. Es fervor que inspira el más ameno sentimiento de tiempo, pasión y cordura.
Llega y nos desajusta, todo lo envuelve. Dicen que es alucinado, también es indiferente. No tiene forma, edad ni género. Los sentidos se conmueven y el más frecuente de ellos da el veredicto sentenciador.
Es poesía, estado de gracia para andar de mano con la vida, sin asperezas, ni temores, entre nubes caritativas, deshechas en lluvia de canciones.
Los colores del amor avisan optimismo, candor y entereza de una ola formidable que baña el alma de los enamorados.