El equilibrio afectivo en esta etapa pasa por la aceptación de uno mismo, de los fracasos y logros conseguidos. Es el momento de seguir planteándose nuevas metas y nuevos intereses. Nunca debemos olvidar que mientras se vive se conserva la capacidad para disfrutar de los placeres que la vida nos ofrece.
Siempre se ha creído que cuando se envejece, hay una desconexión de la sociedad por la ruptura de las relaciones sociales, por el cese de las funciones y por una reducción de la exigencia productiva a la persona.
La tercera edad así planteada, puede percibirse como una pérdida, y esa ruptura en lo que respecta a las relaciones sociales, está determinada por la conjunción de una serie de factores tales como el alejamiento de las relaciones personales establecidas en el trabajo; con la pérdida del rol laboral, la carencia afectiva percibida en cuanto a la relación con los hijos (nido vacío), y la escasez en lo que se refiere a las relaciones con parientes y amigos que se van dejando como consecuencia de la distancia o la muerte.
Así vista, la vejez implicaría una transición negativa hacia la soledad y el desconcierto, pero nada más alejado de la realidad, para su adecuada adaptación es necesario reestructurar muchas rutinas diarias y reorientar pensamientos y comportamientos para una mejor integración y socialización en la etapa que se está viviendo.
En la edad avanzada también se valora el compañerismo y la expresión abierta de los sentimientos, como también el respeto y los intereses comunes. La nueva libertad llega en cuanto es posible apartarse de los roles de sostén de la familia y de la crianza de los hijos, y se puede disfrutar de modo creciente de la compañía del otro.
Además, la capacidad de las personas casadas para manejar los altibajos de la edad adulta tardía con relativa serenidad, puede resultar de su mutuo apoyo. Esto refleja tres beneficios importantes del matrimonio: intimidad (sexual y emocional), interdependencia (compartir tareas y recursos), y sentido de la pareja de pertenecer uno al otro.
El éxito de un matrimonio en la edad adulta tardía puede depender de la capacidad de la pareja para adaptarse a los cambios de personalidad de la edad, los cuales con frecuencia llevan a hombres y mujeres en direcciones opuestas. No obstante bien vale la pena intentarlo.