Dice un refrán popular que “el sayo hace al monje” y en cada uno de nosotros los buenos modales y forma de hablar representa quienes somos. Por ello, insistir en la educación formal resulta de gran importancia e interés para padres y educadores.
En la vida diaria tenemos que compartir los espacios públicos con otras personas y es justamente en este contexto cuando urgen esas reglas de comportamiento que harán más fácil el trato con los demás.
En el transporte público se impone ceder el asiento a las embarazadas, ancianos, personas discapacitadas o enfermos, no fumar, ni escupir, no hacer ruidos molestos, gritar o dar voces que puedan molestar a los demás pasajeros.
En la calle, no debemos tirar al suelo papeles, latas o botellas, nada que conspire con la limpieza de la ciudad.
Otro de los modales que dejan mucho que desear son las manifestaciones amorosas demasiado ardientes en público. Especialmente a la salida de la escuela cuando se reúnen en grupos los jóvenes para compartir.
Cuando estemos varias personas ante una puerta para entrar o salir debemos permitir el paso a las mujeres y personas mayores, y demostrar cortesía. También es un detalle de buena educación sostener la puerta, porque un portazo en plena cara no es lo más educado del mundo.
Aunque parezca un poco anticuado es también recomendable aplicar algunas normas. El caballero siempre va delante de la mujer cuando bajan unas escaleras, y siempre detrás cuando las suben. No debemos entorpecer el tránsito en las escaleras, las aceras o puertas de acceso.
Por otra parte, en cualquier tipo de espectáculo cultural debemos guardar silencio y apagar el móvil así como evitar comer y no hablar con nuestros compañeros de butaca o hacer comentarios en voz alta durante la puesta en escena.
Nada de hacer ruidos vocales o cosas tan poco aceptables como quitarse los zapatos como si estuviéramos en casa.
Conducirnos correctamente en sociedad es nuestra carta de presentación. Seamos cultos en cada momento y sentiremos que tenemos bien puesto el sayo.