Septiembre encauzó el sendero del conocimiento. Arrancó el curso escolar y con él la obligada necesidad de crear el hábito por la lectura. Es hora de leer.
Con el fin de las vacaciones, niños y jóvenes deben adentrarse en el mundo de las historias, de los conceptos, de la fantasía como la mejor vía a la sabiduría.
Leer les abre el mundo, les permite experimentar sensaciones y sentimientos que les harán disfrutar, madurar y aprender. Mientras lee un libro, el niño puede soñar, puede reír, puede viajar y conocer otros universos.
En cada centro escolar de San José de las Lajas, los educandos tienen acceso a una biblioteca, sitio especial para leer, y donde disfrutan de un excelente ambiente. Entre los múltiples anaqueles hay tranquilidad y silencio, inspirador de serenidad, además de una experimentada asesora que los guía en la búsqueda.
La lectura, sin embargo, no es solo quehacer de la escuela, es también una actividad del hogar e incorpora a otros miembros de la familia, momentos antes de dormir, en los ratos libres o cuando viajamos con los más pequeños en ómnibus o trenes. Cualquier instante es ideal para compartir una historia. Leyendo juntos, compartiremos sus vivencias e ilusiones.
Cualquier tipo de lectura puede ser buena para la educación y el desarrollo de los niños, depende solo de sus preferencias. La imposición de un tema particular sólo puede generar apatía y rechazo, de ahí la importancia de dejarlos elegir.
Se ha comprobado que cuando la lectura se inicia en la infancia temprana perdura toda la vida. Una familia lectora suele tener hijos lectores. Cambiarán sus gustos, pero los hábitos suelen perdurar.
El secreto para conseguir una buena relación del niño con los libros está en mantener el deseo de compartir momentos mágicos.
Los poderes de Meñique para lograr su objetivo impactarán a los lectores ávidos por llegar al final de la historia o la tesis inmensamente humana del Principito cuando reiteraba que lo esencial está dentro de cada uno de nosotros y no en lo material que nos envilece. O las locuras altruistas del Quijote, queriendo defender al mundo de todo lo malo, seguramente resultarán atractivas en las versiones que les hacemos los adultos a los niños y jóvenes.
Eso, claro está, requiere de un poco de dedicación y empeño. En leer primero y enseñar después, en la profundización de las innumerables enseñanzas y lecciones de vida que encierra la literatura.
El disfrute que arroja esta práctica es indescriptible. Pruebe contándole a su hijo una historia sin final e impúlselo a que busque en qué termina a través de su lectura. Los resultados serán asombrosos, pero siempre con nuestra ayuda. Entonces, definitivamente estaremos colaborando con su crecimiento porque como dijo Martí: “Leer es crecer”.