Mágico mundo el de la infancia, esa etapa de la vida en la que se arropan fantasías, sueños y versionan personajes capaces de convertir cualquier pequeño espacio en escenario para reír y divertirse en grande.
Lejos quedan los miedos y la incertidumbre, porque para los hombrecitos y mujercitas diminutas de la casa, cada objeto es útil y cada instante es aprovechable, mientras la nave de la imaginación echa a andar en un viaje infinito.
Difícil puede ser para muchos imaginar días felices ligados al confinamiento, impuesto como medida para preservar la vida, ante la actual situación epidemiológica que vive el mundo.
En Cuba, son muchos los ejemplos de niños, cuyas sonrisas, resultados de piruetas y travesuras de las que son protagonistas y cuyas historias quedarán para contar en el futuro, ilustran el paso por una etapa difícil y triste, pero que no mella el entusiasmo, ni frustra la alegría de la infancia.
Un día diferente será este Día Internacional de la Infancia en Cuba, no habrá escuelas, ni parques poblados, ni amigos con quienes jugar o compartir un dulce o cualquier otra golosina. Esta vez, los festejos serán en casa.
Mientras continúa el azote de una pandemia, de la que aún no se predice el fin, en el refugio más seguro contra la COVID -19 que son hoy los hogares cubanos, se encuentran, cual joyas de valor invaluable, a buen resguardo, esos a los que José Martí llamó: la esperanza del mundo.