Me atrevería a asegurar que en ningún medio de comunicación del mundo el abrazo de un niño o niña a su maestra podría ser noticia, en cambio, el símbolo de lo que ello implica, bien pudiera ser motivo de comentario.
Por estos días con la conclusión del curso, las actividades marcan una huella indeleble en la vida de muchos pequeñines y sus educadoras. El grupo de preescolar B de la Escuela Primaria Mártires de San José de la capital de Mayabeque fue protagonista de una de las graduaciones que en esta fecha se realizan en Cuba.
Como en cada etapa que culmina, cantos, bailes y risas caracterizaron estos festejos que aplaudían los logros de todo un curso y el paso a una nueva enseñanza que implicará nuevos retos y la apertura de un mundo de conocimientos.
Las lágrimas de emoción compartidas asomaron a los ojos de los niños, los padres y los maestros; pero sin dudas, la parte más conmovedora fueron las palabras de agradecimiento de la maestra, quien sabe que sus pequeños adoptados cual hijos, ahora enrumban un largo camino en el estudio que aunque llevarán como precedente sus enseñanzas, seguirán guiados por las manos de otros maestros.
Este momento mágico, fue interrumpido por el abrazo de auxilio de uno de sus alumnos, a los que se sumaron otros y otros, hasta hacer fila paras consolar con apretadas caricias a la maestra Yohandra de preescolar.
Confirmo entonces la calidad de estos profesionales capaces de entregar amor como prueba de una vocación que ante el esfuerzo y entrega de cada día tienen el mayor de los premios, ese que no se oferta , ni se consigue sin haberlo merecido: una fila de niños y niñas para regalarle abrazos.
