Habitó un clima impresionante, a pesar de las altas temperaturas, del calor, la sensibilidad misma dicha desde la palabra arropada de paz y ternura, prevalecieron con esa dimensión de alcanzar el infinito.
Este día tiene alta significación, el Sumo Pontífice resaltó virtudes del pueblo cubano:
“El santo Pueblo fiel de Dios que camina en Cuba, es un pueblo que tiene gusto por la fiesta, por la amistad, por las cosas bellas. Es un pueblo que camina, que canta y alaba. Es un pueblo que tiene heridas, como todo pueblo, pero que sabe estar con los brazos abiertos, que marcha con esperanza, porque su vocación es de grandeza. Así la sembraron sus próceres. Hoy los invito a que cuiden esa vocación, a que cuiden estos dones que Dios les ha regalado, pero especialmente quiero invitarlos a que cuiden y sirvan, de modo especial, la fragilidad de sus hermanos. No los descuiden por proyectos que puedan resultar seductores, pero que se desentienden del rostro del que está a su lado. Nosotros conocemos, somos testigos de la «fuerza imparable» de la resurrección, que «provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo» (cf. Evangeliigaudium, 276.278).”
De paz y reconciliación se habla este día, desde la oración que suma a personas de buena voluntad se hace camino para el respeto, para el diálogo atinado, a la escucha y al entendimiento, a esas razones que requieren de sensibilidad y razón, del oficio de servir, pero también de mucho amor.