Hoy la mayoría de los países en el mundo se encuentran en vilo ante la rápida y mortal expansión del virus SARS-CoV-2 un agente patógeno que afecta a millones de personas en todos los hemisferios. Una epidemia que ha ocasionado miles de decesos y aún amenaza con propagarse a niveles insospechados.
Científicos de todo el orbe desarrollan candidatos vacunales y medicamentos farmacológicos en busca de una cura para esta enfermedad causada por un enemigo invisible, pero aún no existen estudios concluyentes.
El aislamiento social se ha convertido en el principal antídoto para esta pandemia, como advierte una frase popular mejor prevenir que lamentar. La experiencia diaria, tanto en Cuba como a nivel internacional así lo demuestra.
En muchas personas esta situación genera un estado de ansiedad, incertidumbre, incluso pánico; pero los especialistas llaman a mantener la calma.
Por otro lado, se encuentran los incrédulos, indolentes, aquellos que carecen de percepción de riesgo, y terminan siendo sumamente irresponsables y peligrosos. Se trata de un tema prioritario de salud, de vida o muerte, que afecta al individuo pero también a la familia, la comunidad, el entorno social y a todos los países.
El Gobierno cubano y las autoridades sanitarias han adoptado diferentes medidas en el país de acuerdo con el desarrollo de la situación epidemiológica y constantemente se brinda información oportuna por todos los medios; pero aún es evidente la falta de aprehensión del peligro en varias personas.
Esta perceptible irresponsabilidad que asume parte de la población al no cumplir las medidas sanitarias, compromete y atrasa la recuperación de nuestro país. Estar en la primera etapa denominada “post COVID” no significa la desaparición del nuevo Coronavirus. Es el resultado de un arduo trabajo que es preciso concretar con disciplina y autocuidado.
Casa fase necesita de la cooperación de todos y juntos podremos entonces ver el fin de una pandemia que nos ha mostrado una lección, que espero, no olvidemos jamás.