El ALBA de Nuestra América

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Nació el ALBA ciertamente como una alternativa ante le pretensión imperial de tragarse legalmente a su subestimado y preterido traspatio. En aquel diciembre de 2004, como un proyecto modesto de Chávez y de Fidel, cobró vida nueva el reclamo del Apóstol (en su testamento político, en la famosa carta inconclusa a su amigo mexicano Manuel Mercado) de impedir a tiempo la devastación que esencialmente guarda la naturaleza de los poderes hegemónicos.

Con el tiempo, creció la idea desde el nombre explícito de Tratado de Comercio de los Pueblos, pero la tarea mayor sigue siendo la memoria plural, multicolor de una familia grande. En definitiva, ese comercio de los pueblos registra la fraternidad, la solidaridad de millones como contenido identitario.

El crimen mayor del colonialismo, del neocolonialismo, de la ofensiva neoliberal, será siempre despojarnos de los recuerdos, de la idiosincrasia de pueblos originarios. Sí, existe una empresa inacabable para Nuestra América de hacerse de su destino, de lograr una sustentabilidad económica, pero cultivar el hilo del tiempo que nos conecta con las raíces y que dispone cualquier capítulo de dignidad para el mañana, resultará invariablemente de importancia capital.

En eso, los cubanos tenemos ardua experiencia desde muy antes: cuando todo parecía perdido ante el derrumbe del socialismo en Europa Oriental, y la desaparición de la Unión Soviética, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz reclamó salvar primero a la cultura.

Es decir, que surgió en 2004 como alternativa, y tras la debacle del ALCA en Mar del Plata, Argentina, se convirtió en firme alianza. De ese modo se salvó la imagen hermosa sugerida por Chávez, y que no es otra cosa que un nuevo amanecer. La diversidad cultural de América Latina y el Caribe salvó ya una vez a esta familia de la dura prueba de la conquista.

Cada grupo portador defiende desde los límites de un barrio la vibración de la Patria grande, donde el legado de los próceres resulta un camino de concurrencia heroica y espiritual.

Son inmensos los desafíos en esta era de retrocesos de la sensibilidad, en que se encuentra a la ofensiva la pseudocultura de los centros de poder. Una curiosidad, que no es tanta, es que por ejemplo, en Estados Unidos no existe una Secretaría de Cultura. Ellos mismos admiten que ese trabajo lo hace la CIA, o la Agencia de Seguridad Nacional, o la pantalla pública de acciones ilegales y escandalosas: la National Endowment for Democracy, la NED famosa.

El ALBA de Chávez y de Fidel se honra a sí misma, como quiso el Maestro, en el reconocimiento a las artes y a las letras, en el homenaje a Frei Betto, a León Ferrari, a Mario Benedetti, a Óscar Niemeyer, a Jorge Sanjinés, a Roberto Fernández Retamar. Surgió hace 17 años como alternativa, pero crece como esperanza de cada mañana, el ALBA de Nuestra América, de la fundación perpetua.

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