Casa de las Américas supone un tiempo de primavera en el primer año de libertad. Y para refrendar la realidad de ser libres, del Maestro aprendimos que se precisa de la cultura. La institución fue una de las primeras obras en el campo de las artes y del pensamiento de la Revolución triunfante.
En la fundación de la Casa de las Américas el 28 de abril de 1959, se inscribe un nombre de mujer en el cual se unen la sensibilidad y el heroísmo: Haydée Santamaría.
Integrar esos dos principios obra un milagro que aún asombra a muchos: constituir una convocatoria de los más extraordinarios creadores de esta parte del mundo.
No es posible separar a la Casa de esa criatura especial. Ni siquiera fue necesario que Haydée tuviera una obra artística como respaldo a la tarea colosal que ella misma se impuso.
Es posible que en Haydée “el dolor tereseano” representara como en Martí fuente de humanidad.
Y humanidad fue y es la Casa de las Américas, donde convergió todo el pensamiento responsable y comprometido con la justicia, con la libertad, con el amor.
Los grandes nombres del boom literario honraron sus salas, y en los archivos sonoros se registran incluso, hasta claves de la novela iluminada que en aquellos años deslumbró al mundo.
El Premio Casa de Literatura se convirtió en uno de los más renombrados del planeta, sin que importe demasiado el monto que se paga al ganador. Fue modelo para otros que indistintamente patrocinó luego la institución: los premios de Musicología, de ensayo fotográfico, y de grabados “La Joven Estampa”.
Casa de las Américas prioriza programas de estudios sobre la mujer, auspicia espacios académicos para repensar el Caribe, y transforma en teatro al mes de mayo.
Desde cualquier disciplina del arte y la cultura es posible cristalizar la celebración de un nuevo aniversario de la Casa.