Un hombre quedó para siempre en la historia. La muerte no pudo llevarlo consigo y cada octubre que marca su viaje a la eternidad, renace cual amanecer y con luz propia, ilumina el camino, aviva los sueños, y comanda el ejército de hombres y mujeres que abogan por la paz y un mundo mejor.
Llega a nuestros días el guerrillero cuya heroicidad lo inscribió en esta isla que lo acogió como hijo pródigo, alerta desde su legado certero a aniquilar la ineficiencia; desde el hablar pausado que atesoran los archivos, su voz resulta torrente que anima a defender este tiempo nuestro.
Como dijo el poeta: “Te vemos cada día ministro, cada día soldado, cada día gente llana y difícil cada día.Y puro como un niño o como un hombre puro
Y es que Ernesto Guevara de la Serna, el Che para toda Cuba, late en el corazón de un pueblo que abriga las tantas anécdotas que le hacen eterno; no mueren aquellos que como símbolos perpetuos animan a no detener la marcha y a construir un mundo mejor.
Ser como el Che más que lema repetido por varias generaciones de cubanos es convocatoria constante al mejoramiento individual, es ser justo y no perder la ternura, ser exigente y a la vez el primero en cada tarea, es ser protagonista desde la sencillez misma, predicador desde el ejemplo, convincente desde la firmeza.
Octubre llega y emerge como siempre, vital, erguido, con la mirada en el futuro, con la serenidad y la fortaleza que te saben heroico e imprescindible en todos los tiempos, irrumpes en este siglo al que signas con tu impronta, y estremeces a esa humanidad que ha dicho basta y te espera cada día para echar a andar.