Che: No se vive celebrando victorias, sino superando derrotas

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En el renglón primero correspondiente al 26 de septiembre de 1967 en no su Diario en Bolivia, el Che escribió una palabra difícil, parca, dura: derrota. Politólogos, historiadores, enemigos y compañeros de lucha del Guerrillero Heroico, van una y otra vez a esa fecha en que trágicamente parece decidido el destino de la epopeya boliviana.

En la Introducción Necesaria, Fidel califica a aquella emboscada como la única acción exitosa del ejército contra el grupo, la cual les creó a los combatientes (escribió el Comandante en Jefe) una situación insuperable.

No fue la única ocasión en que el Che empleó la palabra en el Diario. En el resumen del mes de junio, por ejemplo, aparece literalmente que cada pérdida (es decir, la caída de guerrilleros) constituye una derrota aunque el ejército no lo sepa.

Pero aquel día de septiembre de 1967, la palabra derrota encierra una coyuntura demasiado grave. Los uniformados le aniquilan la vanguardia en pleno día. En la Quebrada de Batán murieron el cubano Manuel Hernández Osorio (Miguel), y los bolivianos Mario Gutiérrez Ardaya (Julio) y Roberto Peredo Leigue (Coco). Habría que añadir un herido, un contuso, y otros dos bolivianos que terminan entregándose y ofreciendo datos al enemigo. Al escribir la palabra derrota, Ernesto Guevara reconoce en esa ocasión que se encuentra al límite.

En su enjundioso libro, Paco Ignacio Taibo II se pregunta a propósito de aquellas notas del 26 de septiembre de 1967 si el Che está asumiendo la derrota y se prepara a llevarla a sus últimas consecuencias. Por lo pronto, el conocido escritor mexicano significa que a pesar de estar ciertamente al límite, el Che no habla (ni escribe) de rendirse ni de retirarse.

Por el propio Benigno, quien años más tarde abrazará al asesino del Comandante Guevara, se conoce la disposición del héroe: Nosotros representamos el prestigio de la Revolución Cubana, y este prestigio lo vamos a defender hasta el último hombre y la última bala.

Resulta inevitable que aquel 26 de septiembre de 1967 sea casi una obsesión para los investigadores. A partir de entonces aparecen otras frases no menos graves. Día de angustias que en algún momento pareció ser el último nuestro, escribió el día 28. El 29 precisa Otro día tenso. Y así el 30: Otro día de tensión. La última página hasta parece la misteriosa mejoría de un enfermo que morirá después: Sin complicaciones, bucólicamente.

Como consecuencia de la emboscada del batallón Galindo del ejército boliviano contra la vanguardia de la guerrilla, el Che decidió que la tarea más importante es zafar y buscar zonas más propicias. El 26 de septiembre de 1967, anotó la palabra que días más tarde certificaría con su sangre en la Quebrada del Yuro y en la escuelita de La Higuera. Él mismo transpuso en prédica y en actos que no se vive celebrando victorias, sino superando derrotas.

 

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