26 de Julio: conquistar derechos desde la creación heroica

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La página del 26 de julio de 1953 ratificó razones del pensamiento revolucionario. Estaba, por ejemplo, el reclamo del peruano José Carlos Mariátegui, de hacer creación heroica del socialismo por estas tierras. Y en la concepción del Moncada habita la prioridad de romper dogmas, de hacerse un camino nuevo y límpido, con un lugar importante para la epopeya.

La fecha significa un punto de inflexión histórica. La Generación del Centenario concurrió ese día encarando una empresa complicada: debía enfrentar el aparato político-militar de un régimen, sostenido por el vecino poderoso, en los peores tiempos de la Era McCarthy. Pero en el orden de las ideas, para Fidel y sus compañeros el problema no podía ser más difícil.

El viejo Partido Socialista Popular, por ejemplo, definió al asalto como un putsch militar que solamente serviría para recrudecer la represión. En aquel retrato de Bolívar que Martí concibió en La Edad de Oro, se consigna que “hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa, y que se deciden a la guerra antes que los pueblos”. Aquella vanguardia revolucionaria pensaba echar a andar el motor pequeño, para que luego se encendiera el grande.

Era creencia universal que las revoluciones son como Saturno, que devoran a sus propios hijos. Robespierre envió a la guillotina hasta a Danton y a Desmoulins, amigos suyos de otro tiempo. En el nombre de un mundo nuevo, Stalin ahogó en sangre al Partido de Lenin. Grande, muy grande debió de ser la fe de aquellos muchachos que el 26 de julio de 1953 desafiaron la muerte, y resistieron la bárbara prueba de la tortura y del crimen, para pensar en un proyecto definitivamente distinto.

Como ocurrió con sucesos constitutivos del alma de la nación, el Moncada contemplaba transitar de este a oeste por el centro de la geografía del país. La gesta se pensó a la manera de la invasión mambisa de Gómez y Maceo, y del viaje del código del son en el talento de familias centenarias. No se logró entonces, pero ese viaje se verificó luego con el paso de las columnas de Camilo Cienfuegos y de Ernesto Che Guevara, de la Caravana de la Libertad al mando del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

En el centro del Programa del Moncada se inscribió la necesaria democratización de la cultura, en cuantos formidables de instrucción y de sensibilidad. Jamás se validó tanto el principio martiano de que “ser culto es el único modo de ser libre”. Aquella cita con la historia refrendó como nunca que la libertad, la igualdad, la fraternidad, son derechos, y que del apostolado más hermoso aprendimos que “los grandes derechos no se compran con lágrimas,–sino con sangre”.

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