Nilda mi vecina me sorprende cada día con una sentencia. Ella es ama de casa, de origen campesino, servicial a más no poder y visionaria, al extremo de que muchas veces busco su parecer para lavar, pues ella es de las que casi siempre acierta si habrá lluvia.
Su sentencia más reciente tiene que ver con la etapa que vivimos hoy. La nueva normalidad es aprender a vivir con el bicho sin miedo pero, con mucho cuidado.
Y tiene altísima razón. Sin miedo pero con extrema precaución, con responsabilidad y disciplina es preciso llevar esta etapa si queremos frenar la presencia del nuevo coronavirus.
La falta de percepción de riesgo aparece como talón de Aquiles. Aún son unos cuantos los que desestiman consejos e incurren en faltas devenidas puro peligro.
El distanciamiento físico no se cumple en todas las ocasiones. El nasobuco no siempre se usa de la manera adecuada y ambas manifestaciones atentan contra la vida al ser vías seguras para la propagación del virus, teniendo en cuenta que los asintomáticos ocupan lugar.
La pandemia ha dejado en evidencia sistemas de salud totalmente inadecuados, enormes brechas en materia de protección social y grandes desigualdades estructurales entre los países y dentro de ellos.
Todos debemos extraer arduas enseñanzas de esta crisis. Una de ellas es que no invertir lo suficiente en salud puede tener un efecto devastador en las sociedades y las economías. (Informe de Políticas sobre COVID-19 y la Cobertura Sanitaria Universal, António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas.
A diferencia de la realidad en otros países, Cuba ha enfrentado el nuevo coronavirus desde la gestión de gobierno en interacción con los científicos y las investigaciones biomédicas aplicadas en la intervención clínica, así como el desarrollo y aplicación de productos innovadores de la industria farmacéutica.
Así corroboró a Prensa Latina el doctor Luis Velázquez, presidente de la Academia de Ciencias de Cuba, quien destacó además que durante estos meses de pandemia fueron relevantes las investigaciones y acciones interinstitucionales e intersectorial con una participación interdisciplinaria, además de la concientización y participación de la comunidad en función de una meta común.
Y de esto precisamente se trata, de asumir la nueva normalidad como una meta común: Vivirla con el rigor necesario para garantizar la protección individual y colectiva. Aprender conscientemente a vivir con el virus pero, sin darle oportunidad a que pueda afectarnos.
Tan sencillo resulta cumplir las medidas sanitarias orientadas por el sistema de salud que indigna como algunos prescinden de ellas a costa de atentar contra sus propias vidas y la de quienes le rodean.
Prevenir es de sabios, ya lo dice mi vecina, es vivir “con el bicho sin miedo pero, con mucho cuidado”. La pandemia ha enlutado al mundo, ha cobrado la vida de más de un millón de personas y ha infectado a más de 30 millones. Las noticias revelan aumento en el número de infecciones en varios países e indicios de nuevas oleadas.
Por acá, por esta hermosa isla nombrada Cuba, donde a diario los esfuerzos se multiplican en favor de la vida, donde el estado dispone todo para garantizar la mejor atención al pueblo y el freno a la pandemia, donde los hombres y mujeres de ciencias desafían lo adverso para instaurar soluciones y los profesionales de la salud brindan aquí y en cualquier parte sus conocimientos para salvar la existencia, es preciso la adultez de la conducta y la firmeza en la mejor actitud para ganar la batalla al nuevo coronavirus.
Podemos cambiar el curso de esta historia. La noticia puede ser diferente si disciplina, conciencia y responsabilidad se unen en el empeño de no dar tregua a la pandemia y sí a la vida plena.