Hacer ciencia en el mundo moderno no es privilegio excepcional de personas muy dotadas científicamente. Aunque existen individuos destacados sobre la media por su coeficiente de conocimiento y con resultados considerables, es casi irrealizable que alguien aislado, pueda alcanzar un proyecto regularmente trascendental para la comunidad.
La sociedad establece redes obligatorias que nos unen, para desenvolvernos como género diferente con mayores posibilidades que el resto, para que sistemáticamente trabajemos en equipo y bajo una supervisión metodológica efectiva.
Los científicos sienten tanto entusiasmo por lo que descubren, como una madre por un hijo. Y lo atienden y resguardan con orgullo y afecto, pero lo otorgan y comparten porque ese rebrote es también del mundo y ha llegado para el bien de todos.
¿De cuántas personas necesita una buena madre para que su pequeño germine y progrese sano y fuerte? De igual modo sucede con los logros de la ciencia, su aprobación y generalización. Si ello no ocurre, quedan guardados las horas, bríos y entusiasmo ejemplar de quienes se empeñaron en optimizar un segmento de nuestras vidas.
San José de las Lajas, capital de Mayabeque, es una demarcación exquisita en intelectos y manos laboriosas. Cuba desde el glorioso enero de 1959 abrió el camino para que pensemos y encontremos un modo superior de adaptarnos a vivir y a crear caudales de riquezas para todos. En ese procedimiento de investigación se hace ciencia colectiva. Así han brotado entidades como el Instituto de Ciencia Animal (ICA), el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), único de su tipo en Cuba y el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (CENSA)
Todos son prestigiosos a nivel nacional, incluso internacional. En ellos la ciencia hermana determinados mecanismos que rápidamente se pongan a prueba en otros centros del municipio, la provincia o el país. Los resultados son indiscutibles, hablan por sí mismos de capacidad para brindar soluciones factibles.
El compromiso del éxito nos incumbe a todos, pues solo la generalización y puesta en práctica hace posible que el hecho científico prospere en bien de la sostenibilidad económica y medioambiental que deseamos.
