Nueva normalidad ante  covid-19

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La humanidad  se encuentra hoy ante la necesidad de admitir un concepto nunca antes utilizado, que sintetiza en sí la idea de un mundo  dividido en su ruta, por un antes y un después de la aparición de la covid-19: La nueva normalidad.

Ni siquiera se refiere al mundo, después de haber hecho desaparecer al virus que nos ha puesto al borde de la catástrofe, porque no existe todavía ninguna solución definitiva para escapar de esta desdicha, traída por la  naturaleza como para cerrar la década  en este 2020.

Nueva normalidad significa, en mi opinión, modificar los hábitos y costumbres de toda la vida, admitir el nuevo comportamiento y  adoptarlo  de forma permanente, siendo tolerantes a las incomodidades a que nos obliga, en pos de un objetivo vital.

La nueva normalidad tiene ante todo un significado supremo por algunas razones. En primer lugar alcanza categoría mundial, igual a las relaciones de la humanidad en nuestros tiempos y de nada valdrían las medidas en un país, si los que se trasladan hacia otros no cumplen los requisitos bajo el nuevo concepto de relaciones sociales.

Pero en una escala más cercana sucede lo mismo con quienes se trasladan de un barrio a otro.

Por ejemplo, para un cubano de San José de las Lajas es importante considerar entre los niveles de relación: el mundo, país, provincia, municipio, circunscripción,  barrio, cuadra, casa y habitación.

Si no se tienen en cuenta esos niveles, haciendo el recorrido inverso digamos que  el individuo puede llevar a su habitación a un positivo a Covid y contaminar la casa poniendo en riesgo el barrio, ocasionando un problema a la circunscripción, movilizaciones al municipio, tensión en la provincia, un punto rojo en el país y un incremento de la cifra en el mundo. Todo quizás por un descuido.

Alguien puede pensar que exagero, pero he podido comprobar en los meses de pandemia que en todos esos niveles de convivencia hay muchos que todavía no conciben el concepto de nueva normalidad y mucho menos el riesgo de  cada individuo como eslabón de la cadena de transmisión del virus en caso de una conducta contraria a lo indicado.

Por eso podemos encontrar, a pesar de la crisis humanitaria, desde un presidente de un poderoso país que considere al virus como simple catarrito hasta un individuo que viaje con la familia en una camioneta de una  ruta- digamos  de Zaragoza a San José de las Lajas – y mientras sus propios niños y el resto de los pasajeros portan nasobuco él no lo lleva puesto.

Por eso creo, y ya lo he dicho antes, que nueva normalidad es en primer lugar llamarse al respeto individual para cambiar los hábitos, teniendo en cuenta que en ello va la propia vida o la vida de otros. Y en esto encaja apropiadamente ese proverbio sabio que indica: Amar al prójimo como a sí mismo.

Siendo de esta manera  lo justo es evaluar nuestra conducta para saber cuan protegidos andamos contra la pandemia y cuánto hacemos para no ser vehículo de transmisión ante el encuentro con un positivo a la covid-19.

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