Haber sido partícipe de la Misión Milagro en Cuba en el año 2005 es una experiencia que acuno entre mis más preciados recuerdos, los que evoco hoy para compartir como vivencia exclusiva de una página de amor, con las huellas indelebles de hombres y mujeres de la mayor de las Antillas.
Doné entonces días de mis vacaciones para cumplir con la humana tarea de recibir y acompañar durante toda su estancia en el país a pacientes venezolanos que aquejados de patologías oculares como Terigio, Glaucoma o Catarata serían sometidos a intervenciones quirúrgicas en hospitales cubanos.
Los trabajadores de la en aquel momento Escuela Emergente de Enfermería del municipio Cotorro, escenario que serviría de hospedaje, les dieron la bienvenida a cientos de hijos de la patria de Bolívar, de las ciudades del Táchira, Anzoátegui, Aragua, entre otras.
Desde la llegada del primer grupo, las impresiones fueron sumamente fuertes, algunos, provenientes de aldeas indígenas, origen que se revelaba en la forma de caminar, el vestuario, comportamiento y costumbres; imágenes que a los cubanos nos parecían escenas de una película de época en la nos encontrábamos como espectadores dentro del propio set de filmación.
Otro grupo lo conformaban personas de pueblos y ciudades de estas provincias venezolanas, pero de origen a todas luces igualmente humilde, ancianos en su gran mayoría acompañados por manos sólidas de familiares y amigos para guiar sus pasos inseguros por las dificultades visuales, algo esquivos ante la expectativa y hasta diría que un poco desconfiados, así fue la llegada.
A las pocas horas parecía que nos conocíamos de toda la vida, gente jaranera, alegre se presentaron ante nuestra vista, las venezolanas insistían en leer las manos de los cubanos y auguraban felicidad por lo general, pienso que el fondo era su más grande deseo lo que acompañaba ese designio.
El baile, el canto, donde se mezclaba la llanera venezolana con la guajira guantanamera tan nuestra y nos empeñábamos los unos a los otros en compartir estilos a través de la música que bien se dice es el lenguaje universal.
A los pocos días comenzaron a las intervenciones quirúrgicas y el bullicio anterior se convirtió en silencio y reposo, cómplice de espacios para el diálogo tranquilo y los mimos para aliviar el dolor post operatorio.
Con saltos vi mostrar a muchos la emoción de volver a ver después de algunos años, lágrimas prohibidas por los cirujanos oftalmólogos no fueron contenidas al quitar el parche que cubría sus ojos después de una operación, no faltó el abrazo caluroso y agradecido, el golpecito en la cara para cerciorarse de estar despiertos, en fin, toda clase de manifestaciones de alegría que calan hondo y subsisten en el recuerdo por siempre.
Pese al tiempo transcurrido intacto se asoma a mi memoria, como cada detalle, el apretón de mano, las reiteradas gracias a Cuba, a Chávez, a Fidel y por supuesto a Dios, ser insustituible en su cultura religiosa.
Así, de este modo recuerdo ese episodio que la vida me dio la oportunidad de disfrutar, así recuerdo a Milagros, a la joven de apellido Jaramillo, a Luis y por supuesto a la adorable María quien me enseñó que hay mucha gente linda por ahí.
Memorias de la Misión Milagro