Teresita Fernández, música indispensable desde el amanecer de la vida

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Teresita FernándezEste 11 de noviembre nos embarga la tristeza numerosa. Teresita Fernández coloreó nuestros mejores años, y se nos hizo música indispensable desde el amanecer de la vida. No solamente crecimos con sus canciones, sino que cada página nos habita invariablemente para ser mejores seres humanos.

Duele esta partida definitiva porque con ella se va un poco de la inocencia que aún sobrevive en el alma. En Teresita se verificaría una de esas paradojas con las cuales el sabio Don Fernando Ortiz descubrió las esencias de lo cubano: transitó por la existencia sin hijos biológicos, y sin embargo pueden contarse por millones los deudores de una obra ciertamente maternal, de ternura y enseñanza, de placer y compromiso.

Denotar cada canción de Teresita Fernández desde el imprescindible análisis humano, sería tal vez un capítulo extraordinario para socializar investigaciones, sobre todo en las escuelas y en la mismísima raíz de la familia.  

En sus canciones hay un lugar para la nobleza y para el sueño límpido, que no se rinden ante insensibilidades ni precariedades materiales. Sigue siendo en consecuencia una apuesta por la pureza, por la conducta cristalina, a la manera de la lluvia extendida en su canto. El amor no deja de ser la herramienta humana inmejorable, porque con él hasta las cosas feas y la tristeza cambian de color. 

Vinagrito no quedará solo, porque desde Teresita es pertenencia colectiva. En esa propuesta, ya de todos, permanece la inocencia que imagina a la Luna, y sueña conquistar las estrellas, la danza que Gabriela Mistral sugirió desde el Sur, y que Teresita hizo definitivamente a la orilla del mar con la complicidad de la guitarra con todos danzando de la mano.

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